Mariano Rajoy tiene fama de político previsible. Hasta él acepta el apelativo. Pero la previsibilidad no está reñida con la sorpresa ni con la improvisación. Lo demuestra el anuncio hecho el jueves por el propio presidente de adelantar al 1 de julio pasado íes decir, con efectos retroactivos-- la rebaja en el impuesto sobre la renta prevista para el 1 de enero del año próximo. La medida se aprobará en el Consejo de Ministros de la próxima semana y se aplicará ya en las nóminas de julio, con tal premura e improvisación que los técnicos de Hacienda aún no tienen claro cómo se liquida después un ejercicio fiscal con cambio de tramos a mitad del año. Otro signo de la improvisación es que las comunidades autónomas --que tienen cedido el 50% del impuesto-- desconocían el adelanto y deberán decidir ahora cómo repercuten la rebaja.

No hay que reflexionar demasiado para deducir que tanta rapidez no tiene otro objetivo que el electoralista, es decir, intentar que las masas de votantes que han abandonado al PP vuelvan a depositar su confianza en el partido que, in extremis, ha logrado bajar los impuestos, como prometió en su programa. Pero no está claro que la maniobra le vaya a salir bien al Gobierno. Primero, porque la reducción es casi simbólica --unos 15 euros de ahorro para un sueldo de 1.500 mensuales-- y, segundo, porque, incluso con las dos rebajas que ha aprobado el PP en el IRPF, el Gobierno no compensa ni de lejos las subidas de impuestos --IVA, especiales y otros-- decretadas al principio del mandato. La nueva rebaja pondrá en los bolsillos de los españoles 1.500 millones, pero las rentas más altas seguirán siendo más beneficiadas que las bajas. Eso sin contar que, en medio de la incertidumbre griega y con problemas para cumplir el déficit del 4,2%, este sea el mejor momento para bajar impuestos, pese a la evidente recuperación de la economía que se está dando.

El mismo sentido electoral tiene avanzar la tramitación de los Presupuestos del Estado, que pueden contener otros caramelos para atraer votos. Si las cuentas se aprueban en octubre y las elecciones se mantienen para finales de noviembre o principios de diciembre, el nuevo Gobierno tendrá el trabajo hecho si es del PP. Pero si surge una nueva mayoría, el Gobierno resultante tendrá que rehacer los Presupuestos, con lo que el adelanto no habrá servido para nada.