Hace unos años los amos de las cosas en Europa planteaban que quizá los países de la UE "ya no debían seguir siendo un motor industrial", que mejor eso se lo dejábamos a los países asiáticos y al norte africano, para que Europa se dedicara a menesteres como "el I+D+I y el desarrollo tecnológico". El miércoles en ZGZ, sin ir más lejos, el discurso de los grandes hombres del dinero viró hacia atrás en un requiebro dialéctico más que medido: la gran industria, la fabricación de productos, debe ser la vía por la que salgamos de lo que llaman crisis (aunque siempre se nieguen a llamarla sistémica) "porque genera valor añadido y empleo".

Ese era el mensaje y el diagnóstico emitido como una exigencia incuestionable. Los emisores eran los encorbatados responsables de las grandes empresas que operan en el territorio. De acuerdo. Pero es en la receta donde está la gracia. ¿Qué ha cambiado para que el discurso del poder económico sea de repente otro? Creo que algunas cosas en la vida del 99% de la gente. Para empezar, cuando deseaban trasladar la producción a otros países estaban soñando con condiciones económicas, sociales y sindicales más favorables a sus intereses. Aquí tenían investigación, tecnología e innovación. Allá multitudes necesitadas de trabajar a cualquier precio, gobiernos poco exigentes, leyes muy laxas, fuerza bruta de trabajo barata y ningún miramiento con los derechos del personal. Pero hoy ya no. Hoy lo tienen todo aquí: desarrollo, tecnología, formación, generaciones de trabajadores y trabajadoras formadas y- (la madre del cordero) multitudes dispuestas a trabajar por muy poco, gobiernos poco exigentes, leyes muy laxas y fuerza bruta de trabajo barata tras las escandalosas reformas laborales, la política económica de Bruselas y Madrid y las dramáticas cifras del paro.

Mientras desgranan discursos sobre "el capital humano, la importancia de la gente y el talento", se aseguran de que quede claro que exigen "flexibilizar más el mercado, reducir costes laborales, contener los sueldos, reducir aportaciones a la seguridad social, hacer del sábado un día laboral generalizado, trabajar algunos fines de semana y hacer contratos estacionarios". Eso sí, con "prestigio y reconocimiento social", añaden, porque "España ha cometido un error tremendo desprestigiando la FP y la motivación también viene por parte del reconocimiento social". Aleluya! Seremos reconocidos socialmente, a 700 euros al mes y sin seguridad de continuidad, pero reconocidos socialmente. Supongo que la cultura, la sabiduría y la formación humana ligada a la capacidad laboral se buscan en Google.

Tuvieron al menos la decencia de denunciar la reforma energética del gobierno al servicio del lobi energético (ese que cree en la energía de España) porque el desbaratado y perverso precio del megavatio por hora es el doble que en Alemania o Francia.

No es lo mismo aquí que allá, por supuesto, pero ya han generado distintas condiciones para sus grandes negocios: la precariedad como modelo incuestionable y la reserva constante de nueva, pobre y baratísima fuerza de trabajo.

Periodista y activista. Blog.fernandorivares.com