Cuando hablamos de repúblicas bananeras y nos representamos a entorchados caudillos desfilando en haiga por las avenidas del pueblo apenas reconocemos ya nuestro propio modelo, pero fue en buena parte el que legamos a las naciones hermanas de Centro y Sudamérica, cuando sus independencias. Vendrían luego las revoluciones, las dictaduras de uno y otro signo, los partidos populares, o populistas, los caciquismos (eso también es muy nuestro), las terribles represiones y purgas en La Habana, Buenos Aires, Managua, Santiago de Chile... hasta la compleja realidad actual del mundo político que habla, legisla, condena y tortura en español.

Luis Sepúlveda, un testigo privilegiado de los últimos días de Salvador Allende, acaba de publicar una nueva novela, El fin de la historia (Tusquets Editores), en la que subyace el devenir contemporáneo del continente más vivo en cuanto a intercambios ideológicos y luchas sociales.

Como elementos reales, históricos, que invitan al lector a sumergirse en perturbadoras escenas, Sepúlveda rescata el siniestro recuerdo de Villa Grimaldi, propiedad original del abogado chileno Juan Egaña, reconocido humanista, pero reconvertida después del golpe de Estado contra Allende --11 de septiembre de 1973-- a sede de la temible DINA, la policía política de Augusto Pinochet. Se le cambió el nombre por Cuartel Terranova, calculándose que cinco mil prisioneros pasaron por sus horrendas instalaciones, hallándose 300 de ellos desaparecidos todavía hoy en día.

Con el retorno de la democracia a Chile en 1989, algunos de aquellos crueles oficiales pinochetistas perfectamente pudieron pasar a integrar la llamada Oficina, al parecer dedicada a seguir hostigando a las organizaciones de izquierdas y eliminando a sus líderes. Naturalmente, en la historia oficial, dicha organización de mercenarios y asesinos nunca existió.

Con estos materiales, con ecos del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia y del Che Guevara, con ecos asimismo del GAP, grupo de militantes de la Juventud Socialista encargados de la seguridad de Allende, Luis Sepúlveda construye una novela negra de espías surgidos del frío soviético y del calor tropical. Nazis y cosacos, héroes y criminales atraviesan sus páginas como un intercambio de disparos entre las trincheras de ideas que cambiaron el mundo.

Una brillante ficción,pero demasiado auténtica para no ser real.