El doctor Martin Winterkorn se ha visto obligado a dimitir como presidente del grupo Volkswagen por la manipulación de sus vehículos para pasar los controles de emisiones en Estados Unidos. Es difícil identificar quién ha salido, o saldrá, peor parado de esta crisis, porque las víctimas y los daños colaterales son muchos, y muy probablemente serán más de los que hoy podemos intuir, toda vez que la cultura alemana no se lleva bien con las crisis, probablemente porque flexibilidad e improvisación tienen mala traducción al alemán.

La primera víctima, sin duda, es el propio Winterkorn, ingeniero cuya carrera ha estado consagrada a la industria del automóvil, con multitud de reconocimientos como refleja la retahíla de títulos que acompañan a su nombre. Su carrera la ha desarrollado a la sombra del mejor ingeniero de automoción de, al menos, la segunda mitad del siglo XX, Ferdinand Piëch, su mentor y, probablemente, su verdugo. Nadie entendió por qué Piëch quiso destituir a su fiel discípulo en abril. No lo logró y fue él quien se marchó. No puede afirmarse que lo ocurrido entonces tenga relación directa con esta crisis, pero si non è vero, è ben trovato... Pero tenga o no culpa, no cabe duda de que su carrera, abnegada y ejemplar, acaba con un gran borrón y su nombre quedará indefectiblemente unido a esta grave crisis. Ya se habla de causas penales, y quién sabe si perderá alguno de sus doctorados honoríficos. Los alemanes, cuando se ponen son muy suyos y no entienden de matices: o blanco o negro, o te quieren o te odian.

El motor diésel es otra víctima de esta crisis. Es el motor más eficiente que se conoce, el que menos consume y, por ello, el que menos CO2 emite. Emite partículas que ensucian el aire, pero los esfuerzos por su reducción son enormes y cada nueva versión es mejor que la anterior. Además, es capaz de quemar combustibles sintéticos, y el motor que queme un combustible creado por captura de CO2 está a la vuelta de la esquina, lo que permitirá hablar de ciclos totales sin emisiones netas.

La industria europea del automóvil se puede ver arrastrada por esta crisis, porque afecta a uno de sus dos motores, Alemania, y además porque es la abanderada del diésel. No cabe duda de que a la industria norteamericana le viene muy bien este escándalo para frenar una pujante competencia. No tiene sentido buscar teorías conspiratorias ante un evidente error de VW, pero también es cierto que su frenazo comercial en EEUU favorece, y mucho, a la industria local.

Y quien seguro se resiente es el bolsillo de Volkswagen. Es más que probable que tenga que asumir una severa sanción en EEUU y, además, muchos consumidores individuales la demandarán. Y en Europa, entorno menos judicializado, seguro que tendrá que revisar y ajustar miles de coches, con el coste que ello supone. Volkswagen va a encarar unos años con resultados malos, y eso implicará planes de ahorro y ajuste, cuando no retraso de inversiones. Muchos puestos de trabajo del grupo VW están en el aire, al igual que los planes de renovación de producto.

Pero entendiendo que el error está hecho y que va a tener consecuencias para muchas personas, cabe preguntarse por el porqué. Y la respuesta es demasiado sencilla: por dinero. Los fabricantes de automóviles invierten cantidades ingentes para cumplir los cada vez más exigentes programas de protección medioambiental. Sea por ahorrar o por no llegar a tiempo para las fechas comprometidas, alguien buscó un atajo, y ese atajo ha llevado al abismo al segundo fabricante mundial y primero europeo. Como en casi todos los grandes errores industriales, el causante no es otro que el ahorro mal entendido.

Las marcas del grupo Volkswagen están publicando los coches que equipan un motor trucado, pero no sabemos qué norma europea han incumplido, si es que han incumplido alguna. Al parecer no emiten más CO2 del que dicen, y esa es la medida más relevante de emisiones en Europa. Podría ser que lanzasen más NO o más partículas de las requeridas para las homologaciones, pero solo podría ser, porque nadie ha concretado nada. Es necesario saber si se han homologado coches de manera fraudulenta.

Mentir es malo y debe ser perseguido. Pero una vez identificado el daño moral debería acotarse el alcance del engaño respecto a la regulación. Tan malo es no reaccionar ante un engaño a los consumidores como sobreactuar por algo detectado por quien tiene un conflicto de intereses. EEUU puede dar muchas lecciones a Europa, pero respecto al medioambiente Europa es mucho más verde que EEUU. Antes de hacer la autopsia a Volkswagen habría que preguntarse si tiene sentido que la matemos... Esperemos, porque probablemente no, y si nos precipitamos ya no habrá marcha atrás. No caigamos en la trampa de la precipitación.

Consultor