A pesar de sus manifiestas carencias y lagunas intelectuales (no se le conoce lectura alguna, no escucha ninguna música, no va a conciertos ni al teatro, no visita museos ni exposiciones) y a sus sonadas y lerdas ocurrencias ("un plato es un plato", "los españoles son muy y mucho españoles", "es el alcalde el que quieren que sea los vecinos el alcalde", y otras perlas dialécticas similares), hay que reconocer que Mariano Rajoy tiene un modo de estar en política propio de un superviviente que raya en lo milagroso. A ver si no cómo se explica que en las elecciones de diciembre cayera estrepitosamente de 186 diputados a 123, que han subido a 137 en junio, y pese a ello haya conseguido seguir al frente de su partido sin que trascienda la menor oposición interna, ni siquiera la crítica más suave.

Amarrado al poder como una lapa, ha conseguido que sus rivales políticos se amodorren, se despisten y bailen al son de la aburrida y monocorde melodía que este hombre malinterpreta.

Apoyado en la muletilla en que se convertido el partido de Ciudadanos, si no lo era ya, es posible que el de Pontevedra sea investido presidente del Gobierno en los próximos días, y que lo consiga con el apoyo, vía abstención, de Ciudadanos y de algunos diputados independentistas catalanes, los mismos que hace un par de días eran para el PP poco menos que el demonio. Sería de traca que los independentistas lo invistieran, pero a Rajoy le importan una higa las combinaciones numéricas que sean necesarias para lograrlo, que es lo único que le importa. Si para ello, como ya se atisba, hay que transigir en la presión judicial sobre Artur Mas, Francesc Homs o la familia Pujol, pues se cede, se les quita la imputación o se les da el indulto, si llegara el caso, y a otra cosa.

Pero un superviviente como Rajoy no flota por sí mismo, y menos todavía si anda rodeado de corrupción, sobres en B y enfangado de asuntos turbios hasta el cuello. Para mantenerse en una situación tan complicada es necesaria una oposición tan torpe como la de España. Porque muchos de los políticos de izquierda de este país son, y mira que se lo ponen difícil los franceses y los italianos, los más egoístas, inanes, pacatos, narcisistas e incompetentes de Europa. Mientras PSOE, Podemos y otras gentes "del pueblo" andan a la greña entre ellos o mirando lo hermoso de su ombligo, Rajoy se fuma un puro en la Moncloa, degusta un buen jamón y se muere de la risa floja. Eso sí, a nuestra costa.Escritor e historiador