El dos de enero de 1961, el Ebro arrastraba 4.130 metros cúbicos por segundo a su paso por Zaragoza. Aquella riada, catalogada como la más grande del siglo XX, inundó el 90% de los cultivos de la mayoría de los municipios del entorno de Zaragoza y en la ciudad quedó bajo el agua prácticamente toda la margen izquierda. Muchos zaragozanos aún recuerdan las barcas navegando por el Actur y cómo desde el Puente de Piedra se podía tocar el agua con la mano. Cuando las aguas se calmaron, los zaragozanos descubrieron, atónitos, un fantástico fenómeno natural, pues los caprichos de ese río que desde Logroño hasta Sástago discurre sinuoso por curvas y meandros habían modificado el cauce formando un gran meandro en Juslibol. Lo que siguió fue uno de tantos episodios sufridos por esta ciudad en la etapa del desarrollismo, porque durante años, haciendo oídos sordos a ecologistas y científicos, se extrajeron miles y miles de toneladas de grava hasta agujerear el freático y crear los grandes lagos que hoy forman el galacho. Fue el alcalde Saínz de Varanda quien prestó atención a los que reclamaban la protección del galacho para darle el valor paisajístico y pedagógico que hoy tiene, de manera que el ayuntamiento compró el espacio donde crecen cientos de especies botánicas raras y anidan miles de especies animales como se explica en el centro de interpretación, el mejor sitio para conocer, entender y respetar el río. Un sitio muy recomendable para quienes piden un dragado a lo bestia.

Periodista