Ala vista de la reverente confianza que el PP dice tener puesta en el Tribunal Constitucional, lo lógico sería que a estas alturas Montoro hubiese dimitido, el Gobierno braceara desbordado por la crisis y su presidente intentase capear el temporal con esa flema y esa fabulosa retranca que los dioses le han dado. Pero llegó el día de ayer, viernes, se reunió el Consejo de Ministros y el Ejecutivo se pasó el tema por el arco del triunfo. Total, oye, solo se ha puesto de manifiesto la absoluta ilegalidad de un apaño por el cual supuestos delincuentes fiscales y otros corruptos evidentes pudieron legalizar su situación a un 10% nominal, que en realidad no superó el 3% efectivo. Regalado. Los contribuyentes corrientes y molientes (los que de verdad las ponen) se pueden subir por las paredes. Pero Rajoy y su peña son así, señoras y señores. Desprejuiciados en lo suyo y, si conviene, inconstitucionales. Todo por España. Como Puigdemont en Cataluña, pero sin referendos.

El caso es que llevamos mucho tiempo, demasiado, advertidos de que nada ni nadie puede contradecir la Constitución del 78, una carta magna que no en vano avecina su aniversario anual con la fiesta de la Inmaculada Concepción. Limpieza absoluta, norma definitiva, torre davídica, temor de los insurrectos, voz de los cielos. Recurrir al alto tribunal que interpreta y decide qué cabe y qué no cabe en la ley de leyes ha sido una acción cuyo desenlace nunca admitió recursos ni rebeldías. Y si ha habido un partido interesado de manera simultánea en controlar esa elevadísima magistratura y ponerla por encima de cualquier acto, criterio o intención ajena, ese ha sido el PP. ¡Pues claro!

Así que ahora, quiero suponer, en Génova y Moncloa están anonadados, sumergidos en la depresión, imaginando cómo salir de la oprobiosa condición de in-cons-ti-tu-cio-na-les. O tal vez no. Conociendo el paño, podemos dar por seguro que en estos felices momentos Mariano, el jefe, y Cristóbal, el killer, se palmotean mutuamente hombros y lomos, admirados de su propia astucia. Que les quiten lo amnistiado.