La ciudadanía está perpleja. La gente se lo cree todo. O no cree en nada. Para todo tenemos, porque los acontecimientos se suceden a tal velocidad, lo imprevisible se impone con tanta frecuencia y la actualidad pega tales regates que acabamos sentados en el césped con la cintura rota y el seso medio trastornado. Casi dan ganas de justificar a los trolls megafachas y ultraconservadores que recorren los caminos de internet soltando barbaridades. Pobre gente, qué duro está siendo para ellos todo esto.

Imagínense ustedes un mes atrás, sólo un mes. En ese momento, Rajoy cantaba victoria (y el PNV le hacía los coros). La legislatura ya era suya. El PP se sentía seguro.

Feijóo aparecía ante España entera como el heredero destapado. Ciudadanos ganaba terreno, pero el gran Mariano confiaba, con fundamento, en ir desgastando a Rivera para desbordarle en las autonómicas y municipales y someterle en las generales (en 2020, claro).

A día de hoy. sin embargo, Rajoy, expresidente del Gobierno y del PP, registra inmuebles en Santa Pola (si es que sabe ejercer un oficio al que apenas se ha dedicado a lo largo de su vida). Feijóo ha dado un paso (el Paso) atrás. El PP, descompuesto, va hacia un congreso extraordinario de resultados inciertos. Cs se ha quedado fuera de juego... Y la hegemonía electoral del centro-derecha, que parecía consagrada, está en el aire.

Por contra, Pedro Sánchez ha resucitado al PSOE (que ya no es cuerpo presente, zombi ni momia, sino un animoso paciente que parece respirar solo) y Podemos se aleja del sorpasso sin aparente remedio.

El giro es tan tremendo, tan repentino y tan impactante, que muchas personas todavía no acaban de entenderlo ni de captar su dimensión. Se aferran a la posibilidad de que inmediatamente ocurra algo tremendo, un deus ex machina que ponga las cosas en su sitio: la sentencia de los EREs, la actividad de la entente PP-Tribunal Constitucional, alguna locura por parte de Torra que descoloque al monclovita y enerve a los patriotas... el fin del mundo, lo que sea. Y a lo mejor ocurre. Quién sabe.