La Rusia de Vladimir Putin está deslizándose hacia una situación de aislamiento. Es un país cada vez más encerrado en sí mismo que camina con el recuerdo de la gloria pasada, pero también del sufrimiento. La crisis de Ucrania, con la anexión de Crimea y la guerra híbrida en el este, es el gran contribuyente a esta situación. El desafío que ha planteado Moscú mediante esta crisis y la respuesta de la UE y EEUU aplicando sanciones económicas están dando resultados que justifican el recurso al recuerdo de los padecimientos pasados. Ni a Europa ni a EEUU les conviene una Rusia encerrada en sí misma. Su intervención en Ucrania merece la condena, pero eso no debe ser obstáculo para que Bruselas y Washington mantengan canales abiertos con Moscú. EEUU ha enviado allí al secretario de Estado, John Kerry. Ahora importa que la cumbre de la Asociación Oriental, formada por la UE y los fronterizos con Rusia, sepa combinar las ambiciones y los temores de aquellos países con el realismo.