Son tantos los acontecimientos, noticias e informaciones que se suceden en el tiempo que transcurre entre uno y otro de estos pequeños artículos de opinión que me resulta realmente difícil decidirme por alguno de ellos, sabiendo que muchos son los que merecen nuestra atención y reflexión pues sus repercusiones es nuestras vidas no siempre son pequeñas. Debe de ser porque siento haber adquirido hacia ustedes una cierta responsabilidad pues, de algún modo, me alivia pensar que nos les faltan comentarios y espacios en los que otros se detienen a glosar, versionar, censurar o alabar lo que ocurre y lo que se dice, de tal manera que gracias a ellos me siento algo más libre para ocuparme de alguna otra cuestión menos actual, más intempestiva.

Me sirve en este punto una frase atribuida a Einstein pero que cualquiera de nosotros podríamos pronunciar: "Cada día sabemos más y entendemos menos". Porque eso que probablemente él dirigía al conocimiento científico me parece a mí válido y extensible a muchos otros órdenes, desde luego incluiría ahí el social y el político. Casi seguro que una de las causas de ello sea la vertiginosa velocidad con que se sucede todo, más fugaz cada vez, menos quieto. No creo que pueda ponerse en duda el que las nuevas tecnologías estén contribuyendo a desdibujar nuestros conceptos de espacio y tiempo tal y como hasta hace poco eran vividos y sentidos por las generaciones precedentes. Poder saber lo que pasa en cualquier parte del mundo mientras está sucediendo es para nuestra capacidad intelectual un desafío permanente que nos obliga a formular y reformular cosas tenidas por seguras o casi pero que, según resulta, no lo son o serán tanto. Probablemente nos sentiríamos más cómodos si nuestro cerebro pudiese ser un receptor de información que de manera acumulativa se fuese perfeccionando a base de ir añadiendo más y más contenidos. Sin embargo, me temo que eso, por sí solo, no hace inteligente a nadie, como mucho, y no sé si en el mejor de los casos, tan memorioso como el Ireneo Funes de Borges. Ya saben aquel del cuento que a fuerza de no dormir y no olvidar convirtió su memoria en un "vaciadero de basuras". Como supo el sabio Borges, pensar no es eso, es olvidar diferencias, generalizar, abstraer o, dicho como lo hiciera Bergson, "la función de la inteligencia es la de establecer relaciones".

Pensar es pues crear. Pero claro eso nos resulta por momentos harto difícil dada la catarata de informaciones detalles y datos que nos llegan y que incluso nos alcanzan aun cuando intentamos, a veces, que no lo hagan. Lo sé, ese es el importantísimo papel de los periódicos, pero ya ven, también en ellos es posible y cabe añadir algo en lo que la fecha y la hora no sea del todo importante. Quizás no esté de más intentar distinguir lo importante de lo urgente pues es seguro que ese movimiento, al que también llamamos vida, que arrastra y mueve todo acabe por afectar a las abstracciones e ideas que cada uno hemos ido construyendo. Habrá que defenderlas sí, pero teniendo a la humildad de consejera pues ella me ayudará a evitar o mitigar errores ya que puede que mis ideas de ayer no sean suficientes para mañana, un mañana que, a buen seguro, me exigirá acompasar mis pasos a su ritmo. Y no, no estoy hablando de la imposibilidad de tener principios sino de la necesidad de mantenerlos y actualizarlos con coherencia.

Profesora de la Universidad de Zaragoza