Más de 50 años han hecho falta para que, por fin, un presidente estadounidense los tuviera bien puestos y fuera capaz de dar carpetazo a una política ineficaz, fundamentada en un continuo y cada vez más férreo bloqueo-acorralamiento económico a la isla, que no ha hecho sino alentar al régimen cubano. Adiós, a cinco décadas de empecinamiento y cerrazón política sin resultado alguno. Hola, a una nueva etapa de las relaciones Cuba-EEUU, en la que se empiezan a dar pequeños-grandes pasos (restablecimiento de las relaciones diplomáticas, mayor cooperación económica, envío de remesas a la isla, y revisión del estatus de Cuba como nación que auspicia el terrorismo). Era el momento de "cortar el ancla del pasado" para "alcanzar un futuro mejor", como subrayaba el presidente estadounidense. Era la hora del cambio, uno que hasta hoy no había sido posible porque como bien indicó Obama emulando la famosa frase de Einstein: "Si buscas resultados distintos, no se puede hacer siempre lo mismo". La puerta se ha abierto después de medio siglo largo de desencuentro y aunque el futuro es incierto, pues todavía quedaría lidiar con un Congreso, en el que la oposición republicana es mayoría y está en contra de levantar el embargo a Cuba, se pone fin al último fleco de la Guerra Fría en América. Tanto positivo para la diplomacia canadiense y la vaticana, que han mediado en el conflicto, y uno negativo para la UE, siempre a rebufo de la política norteamericana.

Periodista y profesora de Universidad