Todo lo que sigue es dicho sin el ánimo de molestar a nadie. Sólo pretendo señalar aspectos de nuestra sociedad que llaman la atención. Por ejemplo, la escenita de Ortega Cano saliendo de la cárcel permitiéndose aconsejar prudencia al secretario general del PSOE, sugiriendo que los pactos con Podemos no le han gustado nada. ¡Prudencia! ¡Pero, Sr. Ortega, que usted está cumpliendo condena por haber mandado a la tumba a un señor que venía de trabajar mientras usted había bebido más de la cuenta! Ha perdido usted una ocasión magnífica para mantenerse callado y no hacer el ridículo, o en todo caso para pedir perdón una vez más a la familia del fallecido. Decían los epistemólogos que conviene señalar la diferencia entre el conocimiento vulgar u ordinario y el conocimiento científico. No hay que despreciar al primero pero hay que diferenciarlo bien del segundo. El primero puede significar un saber popular acumulado nada despreciable, pero a menudo se muestra contagiado de prejuicios y estereotipos. El segundo tiene que ser un saber técnico, depurado por el rigor de los métodos científicos. Cada vez más se observa en los medios y en la política que la gente habla sin tener idea de lo que dice, afirma contundentemente desde la ignorancia más absoluta. Ha muerto el niño al que no habían vacunado, una decisión no basada en la Ciencia. Y esa vida ya es irrecuperable. Por eso, cada vez más a menudo me acuerdo de ese refrán que hace poco me recordó un amigo: "Qué sabrá el burro cuando es domingo".

*Profesor de universidad