Un acto tan natural como amamantar puede ser motivo de disputa. Lo es cuando a una mujer se le impide dar el pecho en público, cuando se le cuestiona si tendrá leche suficiente o si será de calidad. La lactancia materna ha recuperado terreno, pero aún son muchas las mamás que han de superar trabas. De aquí que el lactivismo se haya convertido en una realidad. Aunque no tiene definición formal en el diccionario, se trata -según sus promotoras- de un activismo que defiende el derecho de las mujeres y los bebés a dar y recibir el pecho dónde y cuándo deseen. Amamantar, como la crianza en general, es un acto relegado a la invisibilidad del hogar, no valorado -como todo trabajo de cuidados- y menospreciado. Las lactivistas sacan la teta a la luz pública y convierten el hecho de amamantar en un acto social y político, tanto individual como colectivo. Lo vemos en forma de grupos de apoyo a la lactancia, la crianza y el posparto. El lactivismo va más allá de la teta e implica una determinada manera de entender el cuidado de las criaturas, desde lo que se ha venido en llamar «la crianza con apego». Una militancia reivindicada a menudo desde el sentir y el mirar feminista, y al margen de idealizaciones y esencialismos. Internet y las redes sociales, asimismo, se han convertido en un nuevo espacio de apoyo mutuo y sororidad, a través de múltiples blogs, listas de distribución y foros de debate. Del 1 al 7 de agosto se ha celebrado la Semana Mundial de la Lactancia Materna, auspiciada por la Organización Mundial de la Salud y la UNICEF. Una oportunidad para sacar la teta del armario.