El anuncio de la apertura de nuevas rutas aéreas desde Zaragoza es una excelente noticia, Hay que desear a aus promotores Air Horizont, toda clase de éxitos. A partir de esta primavera, la capital aragonesa quedará unida con nuevos destinos, Alicante y Sevilla, Roma y Múnich. Una excusa perfecta para viajar más menudo, y a precios asequibles para la mayoría.

Sería también ésta una inmejorable ocasión para solucionar de una vez por todas la carencia de un dispositivo antinieblas que permita operar a las aeronaves en los meses de invierno. Todos los años, entre diciembre y febrero, los bancos de niebla del valle del Ebro, más la minusvalía técnica de nuestras instalaciones aeroportuarias, imposibilitan el despegue o aterrizaje de aviones. Todos los años, los pasajeros, muchos de ellos, son (somos) trasladados a Barcelona, a Vitoria, a Reus, para despegar o aterrizar a trescientos kilómetros de nuestros domicilios. Todos los años.

¿Por qué? Obviamente, por la incapacidad de las instituciones responsables del equipamiento. AENA, la principal de ellas, que este año ha proclamado un beneficio de 350 millones de euros, ha sido incapaz de gastarse uno solo en solucionar la grave carencia del aeropuerto zaragozano, una inversión que no pasaría de ser el chocolate del loro.

Desde los malhadados tiempos en los que a nuestro aeropuerto se le llamaba cariñosamente, o no con tanto cariño, el Pupas, hasta hoy, ha transcurrido un período de lentas mejoras. Poco a poco el puerto aéreo ha pasado de ser un hangar de aviones de combate a un punto de partida y destino de viajeros, a un aeropuerto muy importante de carga y a un elemento que progresivamente ha ido ganando enteros en el sector turístico y contribuyendo a poner a Zaragoza en el mapa turístico.

Sin embargo, esos esfuerzos no deben darse por concluidos. Ahora más que nunca sería necesario apostar por una instalación clave para el desarollo del valle del Ebro. Comenzando por el Gobierno de Aragón y terminando por el Ayuntamiento de Zaragoza, nuestras instituciones deberían presionar para ofrecer un servicio cada vez más cómodo y seguro.

Que el futuro de Zaragoza y el de toda la Comunidad aragonesa, pasa por su aeropuerto, es algo de lo que nadie, salvo con el intelecto nublado por la niebla de la sinrazón, debería dudar.