Los recortes en investigación y las penurias universitarias están centrando el debate académico en torno a nuestra inversión en futuros cerebros; llegándose, en casi todos los campos disciplinarios, a conclusiones poco estimulantes.

Tampoco casi nadie estimuló la carrera de un joven naturalista valenciano, Jordi Magraner, quien emplearía buena parte de su vida en la búsqueda de una mítica especie anclada con una orla de misterio en el imaginario universal: el yeti. Después de múltiples estancias y viajes por la cordillera del Himalaya, Afganistán y Pakistán, Magraner aparecería muerto de un disparo en su choza, sin que el crimen haya sido resuelto. El novelista Gabi Martínez ha profundizado en su historia, que la editorial Alfaguara acaba de publicar con el título de Sólo para gigantes.

La vida de Magraner fue extraordinaria en casi todos sus aspectos. Prácticamente autodidacta, su teoría de que los barmanus avistados por los pastores kalash o pastún podían pertenecer a una rama del homo sapiens superviviente a la extinción de los Neandertales en Asia no pareció un disparate a la totalidad de la comunidad científica. Un grupo de antropólogos franceses creyó en la teoría de Magraner y desplazó especialistas y equipos. Los testimonios reunidos por el científico español eran estimulantes: no una ni dos, sino en decenas de ocasiones los habitantes del Indo Kush aseguraban haber visto de cerca a una suerte de homínido de enormes pies y con el pelo cubierto de pelo. El yeti. Magraner creyó hasta el final en esas fuentes, y no cejó de perseguir su sueño.

Entre una expedición y otra, aprendió a sobrevivir en las salvajes montañas de Afganistán, en lugares donde muy pocos hombres habían puesto el pie y donde las condiciones de supervivencia eran extremas incluso para un hombre tan avezado como él, cortado por el patrón de los grandes expedicionarios.

Asistió a los últimos coletazos de la guerra entre afganos y rusos y al nacimiento del fenómeno talibán. Un día, castigaban a una mujer por andar con la cara descubierta; otro, caían los budas de Burmiyán; otro, aparecía por aquel desolado paisaje un convoy de la CIA... De pronto, el paraíso terrenal de Magraner se convirtió en el peor infierno de la tierra.

Solo para gigantes nos habla de un hombre excepcional, con grandiosos sueños, de la naturaleza y del ser humano. De la aventura y del dolor.