Este no tan largo ni cálido verano nos ha traído más noticias de las que tradicionalmente suelen aportar los meses de estío, cuyo estiaje afecta también a las parrillas de noticias, menos abrasadas que en las épocas de más actividad, cuando hay más carne y políticos a la brasa. Este verano, por ejemplo, se ha abrasado Jordi Pujol.

Un político por cuya honestidad muchos habrían puesto la mano en el fuego, pero que, también, nos ha salido rana, apandador o pícaro. En la fase de lo que los partidos llaman linchamiento en la opinión parecía que aún podrían salvarle los hijos, los Pujolets, condenándose ellos, pero resulta que el malo de la familiia, y de la película convergente, era él, don honorable.

Sacando a la luz sus perversas prácticas económicas, los elementos que laboran en pro de la estabilidad del Estado (dos partidos de hierro, una corona de oro) están de enhorabuena. De la noche a la mañana, el mito Pujol se ha roto como un ídolo de barro. Artur Mas, que también va pisando charcos, lodos, se está dando cuenta de que se gobierna peor rodeado de investigadores y topos, y de que, a lo mejor, vale más no meterse en demasiados jardines, ser independiente en la vida privada que en la pública, ser, al fin, como Ibarretxe, primero profeta, después rebelde, a la postre nada, mera cuenta o minuta del poder.

Veo también abrasado al pobre Obama, recocido por el fuego helado de Putin y por los ardores de Oriente Medio. Una vez más, el sueño americano se ha desvanecido. We can not. El presidente más ensalzado por los poderes progresistas enfila el término de mandato con la mirada deprimida y un triste balance. Prácticamente amortizado el Kennedy negro, el águila republicana afila las uñas para pasar a la acción. Ya está bien de tantos comeflores y de cantar a la bondad del hombre como en una sesión de gospel. Pronto habrá parrilla, leña, pincho y carbón para todos esos califas e hijos de putin.

Volviendo a España, veo a Rajoy, aunque un tanto ahumado por los incendios de su incombustible Gobierno, lejos aún de la parrilla, al no ser carne ni pescado, y a Pedro Sánchez prudente con el mandil de gran arquitecto de la nueva lógica socialista. ¿Quién se quemará antes de los dos? Lo iremos presintiendo en los meses pre±electorales que nos esperan, con mucha carne todavía por asar.