Cuando era pequeño, Muamar el Gadafi oyó de labios de un tío suyo que su padre, a quien no llegó a conocer, había muerto en un duelo de honor.

El niño beduino lo creyó y fue creciendo en medio de los arenales del desierto libio, de los animales y las jaimas, cuyas telas al viento relacionaba con la sensación de libertad e inmensidad que asimismo le comunicaba esa Voz que empezaba a oír muy joven dentro de su cabeza.

Era un mensaje, un mandato, el de erigirse como Hermano Guía. El joven Gadafi sólo podía obedecer.

Cuando abrazó las armas, la Voz siguió espoleándole. Uno de sus superiores, natural de Bengasi, como él, le dijo que su padre no había sido un pastor, sino un piloto corso que se dedicó a seducir o a violar mujeres, entre ellas a su madre. Gadafi --que ejecutaría años después a dicho oficial--, siguió oyendo la Voz hasta el golpe de Estado y su conversión en divino mandatario de una Libia que a partir de ese momento iba a depender de él y de los suyos. De una reducida corte de familiares y altos mandos del Ejército que compartiría sus riquezas y palacios, y en determinados casos sus más íntimos secretos, como su necesidad de estimularse a base de papelinas de heroína. Las mujeres se convirtieron en otro vicio para él y las hacía secuestrar, las encerraba, violaba, compraba y vendía... Había nacido una bestia, y el monstruo, alimentado durante años por las grandes potencias, llegaría a epatar París, instalando su tienda en la capital francesa, a regalar purasangres a Aznar, a jugar con las agencias norteamericanas al ratón y al gato del terrorismo internacional, y a esclavizar a su pueblo hasta límites inimaginables.

La primavera árabe acabaría con él, a manos de una turba que lo despedazó como a un perro, sin que desde entonces Libia haya sido capaz de encontrar un camino hacia la democracia, aunque el diplomático español Bernardino León esté consiguiendo avanzar considerablemente en ese terreno.

El escritor argelino Yasmina Khadra ha dibujado una dramática versión de los postreros días de Gadafi en La última noche del Rais (Alianza Editorial). Un libro que se lee como una novela pero que es algo más, incluso más que una crónica o un testimonio; un estudio crudo, desnudo, de un poder tan brutal que parece exceder a la propia naturaleza humana. La sangrienta hégira del beduino loco.