Qué mes de marzo se ha ido. Ventoso y revoltoso, primaveral y frío, desazonante casi siempre. He anotado las cosas que ocurrieron la pasada semana, con ligeros comentarios. Y más de un estremecimiento. Pero que no cunda el pánico: es un recurso excepcional, este del dietario, y seguramente no lo repetiré.

25, sábado. 60º aniversario del Tratado de Roma, los líderes de la Unión Europea se reúnen hoy allí. Indicio de su conservadurismo educado es la visita al papa Francisco, que les reclamó «solidaridad contra el populismo» (así titulan muchos medios, qué mantra). Europa desfallece, diverge, saca sus fantasmas egoístas, se tapa los ojos ante los desafíos en Holanda, Polonia, Austria, Francia… Y Gran Bretaña, claro. Y Trump, que hará lo que pueda por atacarla. Esta noche se adelanta la hora, pero no el paso.

26, domingo. Oh, Susana. Cuánta dramatización, dudas y esperas a ver el camino despejado. La deriva de Pedro Sánchez hacia un gobierno de izquierda «a la portuguesa» (qué éxito envidiable) y la ambición de la andaluza, llevaron al provocador golpe de timón de la Gestora socialista y una muy regateada convocatoria de primarias. Telonero pacificador y respetable, Patxi López (que frena y resta a Pedro), la fiesta de hoy en Madrid, con todos los jarrones chinos giratorios o no, muestra soberbia o temor a que el andamiaje conservador y clientelar se derrumbe. No importará: ya se votó a Borrell en 1998, y se le hizo la vida imposible hasta que regresara Almunia. Dicen que los militantes se les van o se indisciplinan, pero la infantería somos los votos, y aún no he visto en Susana una idea, un gesto, atractivo, ilusionador, que justifique tanta presión. Me gustan muchas ideas de Podemos, pero casi nunguna de sus poses. Horrorizado estoy, no constando CHA, si he de abstenerme.

27, lunes. Resultan cansinos los asuntos de Murcia: el presidente comunitario regatea su dimisión entre sonrisas y el PP le deja pudrirse. Ciudadanos se la juega, y apuesta fuerte. Acuerdo sobre reforma de RTVE, el escándalo más indignante del muy controlado mundo periodístico. Nunca un gobierno, por mucha mayoría que tenga, debió llegar tan lejos en su dominio totalitario.

28, martes. Hoy hace 75 años de la muerte de Miguel Hernández en la enfermería de la prisión de Alicante, tenía 31 años y había escrito su poema quizá más conocido, «Vientos del pueblo me llevan», en el que afirma: «Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas». Había luchado por la República en Teruel. Las buenas noticias producen alarma: en pocos años miles de interinos serán fijos, y eso hace sospechar promesas electoralistas…

29, miércoles. La nueva Thatcher británica, señora May, inicia el proceso de salida de Europa o brexit. Rajoy, feliz de que la UE deje en sus manos la presión sobre Gibraltar, tema durísimo de roer pero que distraerá mucho. La Audiencia Nacional condena a un año de cárcel a Cassandra Vera, estudiante murciana de 21 años por publicar entre 2013 y 2016 trece tuits humorísticos sobre el atentado a Carrero Blanco; los califica de enaltecimiento al terrorismo. Desde la nieta del Almirante hasta muchos jueces, hay un clamor contra esta reacción, basada en la deleznable «ley mordaza» que urge suprimir.

30, jueves. El Tribunal Supremo de Venezuela decide asumir las competencias del Parlamento, con mayoría de opositores, por «desacato». Podemos, -en un acto que, como tantos, nunca reconocerá errar-, se abstiene en la censura que manifiestan todos los demás grupos parlamentarios. Lo contrario ocurre en Zaragoza, donde el muy acosado alcalde Pedro Santisteve se desmarca de su grupo, y no rechaza la moción municipal de censura al dictador Maduro. La reacción europea al brexit es airada y sin concesiones: la dignidad es lo único que queda. Amancio Ortega, el hombre más rico de España, da 320 millones de euros para la lucha contra el cáncer. Cundan los ejemplos.

31, viernes. El Gobierno cierra y remite al Congreso los Presupuestos. Es el retrato robot de la economía y de la postura social del PP, que modifica grandes desafueros y recortes. Y que ofrece 4.200 millones para Cataluña en cuatro años, pero Puigdemont responde que «las palabras del Estado se las lleva el viento». Quizá también debiera responder que ellos quieren algo más que un plato de lentejas, pero acaso mentiría con la boca pequeña. Aquí también rabiamos de ira ante los silencios o falsas pequeñas promesas sobre el ferrocarril de Teruel, el Canfranc, los trasvases siempre amenazantes, el arte que no nos devuelven los catalanes, cada vez peores vecinos.

*Catedrático emérito de la Univ. de Zaragoza