Esta Semana Santa se presenta en Aragón como un nuevo hito para nuestra industria turística. A despecho de la crisis y el empobrecimiento general, el buen tiempo y un moderado optimismo han producido abundantes desplazamientos y una demanda capaz de llenar hoteles, restaurantes y otros establecimientos.

FELICES COINCIDENCIAS

El cambio climático, de nefastas consecuencias por lo demás, ha propiciado un clima veraniego en el mes de abril. Ha sido sin duda el estímulo definitivo, unido al hecho de que en el Pirineo aún están abiertas las estaciones de esquí, y en Zaragoza, el Bajo Aragón y otras zonas de la comunidad, procesiones y rompidas atraen a miles de personas. Existen además otras alternativas: turismo cultural, rural, en balnearios... Sin duda, Aragón posee una oferta interesante y complementaria del turismo de sol y playa que es el gran reclamo español.

Todo ha coincidido para bien. Y por ello sería bueno aprovechar la ocasión no tanto para pintar de rosa la crisis como para analizar las fortalezas que tiene nuestra comunidad a la hora de atraer visitantes y la forma de utilizarlas para mantener un desarrollo sostenible pero óptimo del sector de la hostelería y afines.

LA PROMOCIÓN ES LA CLAVE

Aragón tiene pendiente aún el aprobar con buena nota la asignatura de la promoción. Aquí, por diversos motivos, nunca ha existido una campaña proyectada al exterior y destinada a vender nuestros atractivos. En el 2008 se perdió una magnífica oportunidad y tanto antes como después de dicha fecha se ha actuado a tirones, sin continuidad, fragmentando el esfuerzo y, en definitiva, sin crear una imagen completa de una oferta turística interesante.

La hostelería aragonesa (en no pocos casos agobiada por la existencia de un desmesurado parque de segundas residencias) debe romper el corsé de la estacionalidad. No basta con la nieve en el Pirineo ni con los tambores y bombos o las grandes pruebas de Motorland en el Bajo Aragón. No tiene tampoco sentido crear oferta mediante desmesuradas inversiones públicas que después no se corresponden con los retornos reales. Es preciso vender paisaje, deportes, patrimonio y gastronomía integrados en un paquete promocionado con creatividad y recursos.