Los extremos son las posiciones más imposibles de conformar soluciones justas para la mayoría y cuando alguien desea defender sus planteamientos desde cualquiera de esos límites, está sin duda alguna, haciendo un menosprecio de las voluntades que representan al resto.

La convivencia como método para hacer realidad una sociedad abierta, libre y comprensiva, es el mejor instrumento y para ello es preciso definir cómo los individuos manteniendo todas sus características son capaces de complementarse con el resto, añadiendo valor y convirtiendo su papel en el de ciudadano.

Pues bien, este es el escenario que nos permite una fórmula mágica en la que se establecen el respeto a los derechos y la responsabilidad de los deberes, así es como la humanidad ha ido avanzando y depurando estos síntomas; la combinación entre la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las normas que los estados se dan democráticamente, producen como resultado esa certera definición de ciudadano.

Me voy a permitir hacer este enlace con relación a nuestro país España: La declaración Universal de los Derechos Humanos, promueve la defensa de éstos mediante la enseñanza y la educación, asegurándolos con medidas progresivas de carácter nacional e internacional, así en su tercer considerando dice, que esto se realice a través de un Régimen de Derecho y en sus artículos 1,2 y 3, define a los seres humanos como libres e iguales en dignidad y derechos, sin distinción de raza, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, garantizándole el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. El preámbulo de la Constitución Española, enuncia el deseo de establecer la justicia, la libertad y la seguridad, garantizando la convivencia dentro de la Constitución y de las leyes, y para ello consolidar un Estado de Derecho, que asegure el imperio de la Ley como expresión de la voluntad popular.

En esta confluencia entre la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución Española, queda claro que el respeto y la defensa de los derechos, libertades y seguridad de los ciudadanos, son principios irrenunciables por ir intrínsecos de ellos, por tanto la capacidad en distinguir una dictadura de una democracia, es de una sencillez que cualquier confusión al respecto, no deja ser una intención perversa.

Mi permanente declaración de la importancia de las personas sobre los territorios, puede ser de una constancia obsesiva, pero considero que merece la pena reincidir en ello, ya que los ciudadanos nos están supeditados a la ocupación de un espacio, que se define y limita por unas fronteras, su verdadero sentido es la convivencia generada en dos condiciones: la libertad individual de cada uno de ellos y el respeto a unas normas, que permiten la no incidencia en la de los demás.

A nadie se le puede discutir la defensa de sus pensamientos para intentar hacerlos realidad, pero esto debe ir encuadrado en las condiciones que se debe tener en los límites que se generan en esa convivencia, no entenderlo así, es la mejor manera de pasear por el campo del autoritarismo y la negación de los derechos del resto.

Vivir en convivencia es entender y apoyar al otro, es un rasgo de las personas que cuando no lo llevan a la práctica, disfraza el sentido de ciudadano, ¿Cómo es posible que se prioricen intereses generales, que no lo son, frente a los individuales? No podemos confundir los estados del poder con los del servicio al prójimo.

Cuando jugamos con los sentimientos y creencias del conjunto, estamos haciendo un ejercicio miserable de nuestras capacidades y no buscamos la mejor posibilidad de desarrollo personal, estamos pervirtiendo la confianza que se nos ha prestado y por ello los dirigentes catalanes, han hecho un uso perverso y maligno, además de mediocre de la función que la verdadera democracia les había atribuido; menos independencia y más bienestar social.

*Presidente de Aragonex