La atribulada ciudadanía ha de enfrentarse simultáneamente a noticias que celebran la recuperación del empleo gracias a la contratación de camareros en Semana Santa, y a otras que relacionan la constitución de sociedades opacas en Panamá con los negocios off shore de gente importante. Por supuesto, nadie conoce a ningún camarero ni a a cualquier otro currante que esconda sus ingresos bajo figura societaria alguna; mucho menos de esas que se inscriben en los paraísos fiscales a fin de manejar a través de ellas la caja B. Y es que los ricos viven definitivamente en otro mundo, del que los mindundis estamos tan lejos como de Marte. Quede claro que, al decir ricos, no me refiero a quienes ganan sesenta mil euros brutos anuales o algo más. Hablo de la auténtica casta oligárquica: piratas financieros, grandes industriales, narcotraficantes y otros gestores de actividades ilegales, superdirectivos, triunfadores del emprendimiento tecnológico, profesionales cuya habilidad les pone por encima de los precios de mercado, especuladores a escala macro, dictadores y burócratas de la política global, estrellas del entretenimiento... O sea, los que apalean millones.

A las personas conocidas que aparecen en los llamados Papeles de Panamá no les incumben las normas que nos obligan a los demás. De ahí el escepticismo que provocan los programas políticos (el de Podemos e Izquierda Unida, o incluso el del PSOE) cuando proponen una reforma fiscal que obligue a pagar más a quienes más tienen. Porque, vamos a ver, ¿cómo localizas la pasta de esos privilegiados si está... off shore, escondida y manejada con absoluta discreción por expertos en el mangoneo a grandísima escala?

Solo algunas veces, como ahora, algún benefactor de la humanidad, levanta por un momento el velo que oculta el inaudito universo de la impunidad multimillonaria. Entonces, arrebatados por el cabreo, tal vez nos tengamos a nosotros mismos por idiotas. Pero mejor haríamos llenándonos de orgullo por nuestra condición de ciudadanos y determinándonos a impedir, voto en mano, que esa gentuza nos time y se ría de nosotros.