Coincido plenamente con el magnífico y ecuánime artículo de Antonio Garrigues Walker en La Vanguardia sobre el tema catalán; su reflexión final dice: “Ya no hay problemas simples y el tema catalán es especialmente complejo y admite todo tipo de aproximaciones intelectuales. La única que debemos eliminar es la que pretende que el desacuerdo impide la convivencia. Es justamente lo contrario. Es el desacuerdo lo que la enriquece”.

Por tanto, si us plau, todavía hay tiempo para arreglar un poco este tremendo malentendido en que nos quieren meter. Por un lado el Estado español con Rajoy a la cabeza y su insustancial empecinamiento constitucional, y por otro el Govern de Puigdemont y Junqueras alardeando de un soberanismo decimonónico, más propio de los nacionalismos que despertaron en el siglo XIX. Viendo la deriva de unos y otros, sin ceder en sus planteamientos políticos ni un ápice porque nunca ha habido diálogo, yo me pregunto dónde queda el famoso seny de los catalanes. Ese sentido común de su sociedad civil que siempre fue, y es, la más desarrollada de nuestro país. En estos momentos de patriotismo estéril, confuso, lleno de trampas y demagogia por ambos extremos, no se encuentra ese seny que llevó a Cataluña a ser un espacio de referencia social, económica y cultural, alabado por el resto de las comunidades. Cataluña, ese espacio de acogida para la emigración de andaluces, aragoneses y gallegos durante los años ramplones de la dictadura de Franco, se está desdibujando ahora con tanto postureo político, cansino incluso para buena parte de los catalanes. Del mismo modo que aburre oír las obviedades en los discursos de Felipe de Borbón (quien, por cierto nunca habla desde el corazón o desde su intelecto, sino leyendo aplicadamente lo que le pasan por escrito), o del previsible Rajoy al que le va estupendamente este lío del independentismo catalán para distraer a los ciudadanos, votantes o no votantes del PP, de sus verdaderos problemas con la corrupción que le rodea.

El desacuerdo es el que enriquece la convivencia, lo demás es dictadura. Y de eso ya hemos tenido bastante. Bienvenidos sean los referéndums para que los ciudadanos manifiesten sus preferencias en el modo en que desean ser gobernados; pero, si us plau, respetando unas normas de conducta que valgan para todos en un estado de derecho. Las excepciones deberían ser negociadas previamente entre los contrincantes. Eso es hacer política, el resto es hacer el ridículo. Y me estoy refiriendo tanto a unos como a otros. Simplificando mucho: no me gusta que los catalanes odien a todo lo que suene a español; y que los españoles odien a todo lo que suena a catalán. Es una tremenda estupidez que se oye de forma simplista y reiterada. Un peligroso reduccionismo muy de tertulia de televisión para echar leña al fuego y subir las audiencias proporcionando basura a las masas de oyentes enardecidos por las banderas y las patrias.

Si us plau, mesura y negociación y que alguien de el primer paso.

*Periodista y escritora