La buena vecindad es deseable y hay que potenciarla. Claro que sí. Pero si un vecino quiere hacerse por todo el morro con dos metros de nuestro recibidor para ampliar otros tantos su salón, las cosas cambian. Y mucho. Con el patrimonio no se juega. Y digan lo que digan los vecinos marroquís, Ceuta y Melilla ya eran españolas antes de constituirse el estado alauita; además, la inmensa mayoría de los ciudadanos que allí habitan son españoles y quieren seguir siéndolo.

La valla de Melilla: una vía furtiva para la esperanza de muchos subsaharianos que tratan de escapar de la miseria; a su vez, una coartada para el expansionista gobierno marroquí que juega muy bien la baza de "no hay mal que por bien no venga". "Estas cosas no pasarían si Ceuta y Melilla fueran marroquís", pregonan ahora los diarios de Mohamed VI. Que sean serios. Su gobierno debería empezar por respetar los derechos humanos y no abandonar en el desierto a los inmigrantes sin aguda y comida. Y también ese gobierno debería no obstaculizar más el referéndum de autodeterminación del Sahara. Treinta años hace ya que de allí nos fuimos los españoles.

*Doctor en Medicina y radiólogo