A falta de una semana para la celebración del 20° aniversario de la conquista de la Recopa, que se produjo el 10 de mayo de 1995, jugadores, técnicos, directivos y una buena parte de la afición y de la prensa se dieron por satisfechos con el punto sumado en El Toralín, el campo de la Ponferradina. Después de asistir a una representación casi imposible de definir como un encuentro de fútbol, la atmósfera se cargó de una electricidad positiva, de optimismo. Con ese empate en un campo tan complicado y frente a un duro adversario que persigue idéntico objetivo, el equipo se ha reenganchado a la zona de promoción de ascenso. Ofrece muy pocas garantías en la defensa de esa posición, pero está ahí, dispuesto a todo, a dejarse la poca o ninguna piel que le queda, a consumir la última gota de oxígeno que agotó hace bastante. El próximo domingo, 10 de mayo del 2015, el Albacete visitará La Romareda en plenos festejos históricos, seguramente pera disputar otro de esos partidos en los que habría que pagar al público por ir al estadio, por creer y depositar su fe.

La realidad alcanza una crudeza extrema durante estos días. ¿Un estupendo resultado en El Toralín para un equipo competitivo? Quizás en otras fechas esa complacencia en la lectura se admitiría como mal menor de compañía. Con los héroes de París a la vuelta de la esquina, resulta muy complicado digerir esa tristeza de espíritu, fruto sin duda de la inevitable e injusta comparación con un escenario y una época muy distintos. Bastante tiene el equipo de Ranko Popovic con el Albacete como para aplaudir las maravillas del equipo de Víctor Fernández. Pero lo hará la afición, la prensa local y la nacional. Incluso el club. De Kuip, Stamford Bridge, el Parque de los Príncipes... ¡¡¡Gol de Nayim!!!

Sin duda es un ejercicio de nostalgia, fomentado por la redondez de la efeméride (dos décadas). Si los buenos recuerdos ayudan a vivir, en el fútbol reafirman la esperanza y la identidad colectivas tras una vitrina de trofeos, entre ellos aquella Recopa que carga de energía el pasado, el duro presente y el futuro. De la final contra el Arsenal a la final frente a la Ponferradina, el Zaragoza ha sufrido un brutal deterioro deportivo a institucional trufado de cientos de culpables. No los nombraremos. No merece la pena. Ahora pelea por reponerse desde la modestia, con unos recursos mínimos y un grupo de personas prestando su hombro y su bolsillo, aunque no siempre bien aconsejados y a veces superados por personalismos.

Puede que al final de la temporada se pueda rememorar en Primera ese valioso empate en Ponferrada y de vez en cuando, sin abusar, decirle al cuello de la camisa "Siempre nos quedará El Toralín". O Montilivi. Si no es así, cada 10 de mayo volveremos a París.