Cada vez que aparece Rajoy en pantalla se le ve rodeado de asesores. Tipos muy serios que tratan de solucionarle sus dudas en el trato con los interlocutores. Entre tanto asesor, se ve que no han dado con la tecla sobre cómo hay que comparecer ante la audiencia. Rajoy no ha encontrado un verdadero consejero que le trace un plan riguroso de puesta en escena. Es más, cada vez que aparece en público el presidente, se dispara la prima de riesgo.

Ayer compareció casi de improviso en la sede del PP. Resulta que hemos sufrido la peor semana de la democracia y cuando toda la población (incluidos aquellos que le votaron) exige desesperada explicaciones sobre lo que está sucediendo en este país (rescate de Bankia, chulería de Dívar, pitada a Aguirre, acoso a nuestros barcos en Gibraltar) sale Rajoy sudando y no aclara nada; resultado: subidón de la prima. Alguien debe organizar esa casa: el momento es tan delicado que debería ser el propio gobierno el que pidiese comparecer en el Parlamento. Ese es el recinto de todos los españoles y no una improvisada rueda de prensa. Con solemnidad, el presidente debe explicar a todo el país el momento que atravesamos. Con claridad, con datos, con cifras. Muy al contrario, Mariano Rajoy se agarra a la soberbia de la mayoría y amenaza al mundo. Nada de humildad, nada de autocrítica, nada de disculpas. Solo silencios y mentiras. Hace tiempo que aprendí que no hay nada más peligroso que un tonto. Ahora estamos en esa fase. Nos gobierna un vulgar equipo sin soluciones. Y encima se hacen los ofendidos.