Lejos de mostrar arrepentimieno alguno por su trayectoria terrorista, por haber cometido cientos de atentados, asesinatos, secuestros, extorsiones, y por haber ocasionado un daño incalculable e irreparable (que jamás podrá ser borrado de la memoria) a varias generaciones de españoles, y a España como nación, los terroristas de ETA siguen mostrando una inimaginable cruel indiferencia.

El pasado 20 de abril, en un escueto comunicado, pedían «perdón» sólo para algunas -sin especificar- de sus víctimas: 854 personas asesinadas, 79 secuestradas -12 de ellas asesinadas-, 6.411 heridas, 2.000 huérfanas y más de 100.000 exiliadas forzosas. Una etérea solicitud de perdón que -brutalmente vomitada por los terroristas- se evidencia exenta por completo de verdad, constituyendo además una violencia y daño moral añadidos hacia todas sus víctimas, así como hacia la amplia mayoría de la ciudadanía española.

En 1993, el psicólogo canadiense Robert Hare escribió un libro para la reflexión: Sin conciencia: el inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. Libro que comienza con una cita del escritor estadounidense William March (1893-1954), extraída de su novela The bad seed (La mala semilla), en la que expresa: «La gente normal se imagina [al psicópata] con un aspecto tan monstruoso como su mente, pero no hay nada más lejos de la realidad. Esos monstruos de la vida real suelen tener un aspecto y un comportamiento corrientes y presentan una imagen virtuosa más convincente que la virtud misma…».

A tenor de lo anterior, cabría preguntarse qué calificativo podría atribuirse a quienes en su día se creyeron tocados de un poder divino que les situaba por encima del bien y del mal y les imbuía de la potestad de decidir sobre la vida y la muerte de los demás. Qué tipo de personas podrían ser aquellas que después de haber cometido tales actos criminales, siguen justificando el horror. Un horror que deslegitima por completo los objetivos que han guiado y siguen guiando a los asesinos de ETA y evidencia su falsedad, pues el mito de una nación vasca independiente de España se halla muy alejado de la realidad y verdad histórica y ni siquiera es deseado por la mayoría de la sociedad del País Vasco, tal y como ha quedado demostrado, desde la Transición, en todas las elecciones a los gobiernos español y autonómico.

Sin embargo, aún queda abierta la esperanza para que se produzca el verdadero final de ETA. Será el día en que la banda criminal pida perdón a todas las víctimas y reconozca que jamás debió haber existido; el día en que colabore activamente con la justicia española para que se esclarezcan los 358 asesinatos que cometió, y que todavía siguen sin resolver; el día en que entregue a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado todas las armas aún en su poder. El día en que todos los terroristas hayan cumplido íntegramente sus condenas. El día en que adquieran el compromiso de reparar el daño causado a las víctimas, a la convivencia, y al desarrollo de la nación.

En un Estado democrático y de derecho, como es el nuestro, no hay otros artesanos de la paz que quienes acatan y cumplen la ley. Las víctimas de ETA, lejos de buscar venganza, así lo han hecho. Seguir su digno comportamiento, expresado desde el más profundo dolor, es el único y verdadero camino para la paz.

*Historiador y periodista