Las vacaciones comienzan con una de esas noticias que te dejan noqueado, asqueado y un pelín desorientado. ¿Cómo es posible que un padre, con una sierra radial, sea capaz de degollar a sus dos hijas de 4 y 9 años, y hacerlo de forma premeditada, con el arma asesina comprada dos días antes en una ferretería? ¿Cómo se puede explicar semejante brutalidad? La psicopatología, intentando entender, le puso un nombre acudiendo, como tantas otras veces, a la mitología griega. La sacerdotisa Medea tras ser abandonada por el héroe Jasón, mató a los dos hijos que habían nacido de su unión. Castigar al cónyuge matando a los hijos, aquello que se supone es lo que más se quiere en esta vida. Hacer daño donde más duele. Pero por mucho que le pongamos nombre al fenómeno (es un primer paso para dominar el mundo, diría Foucault), hay cosas que las podemos clasificar, incluso entender fenomenológicamente, pero que suscitan tal repugnancia que nos resistimos a comprender, a explicar- porque no tienen explicación. En realidad las podemos explicar racionalmente, pero lo que queremos decir es que no tienen justificación alguna, que chocan con nuestros principios éticos, con nuestros valores (que son cultura) y también con nuestros instintos parentales que compartimos con muchos animales. La violencia en las relaciones familiares sigue produciendo víctimas. Y hay que seguir preguntándose qué más podemos hacer sin escatimar medios. Y ya se sabe que las mujeres y los niños llevan las de perder.Profesor de universidad