Uno de los pintores más fascinantes ante cuya vida y obra uno pueda detenerse a disfrutar y a reflexionar sigue siendo Caravaggio. Otro de los maestros en los que probablemente nuestro Francisco de Goya adquirió nuevos conocimientos en el tratamiento del color y la luz, así como en la dramatización de las escenas bíblicas, cotidianas o históricas, pues ambos fueron capaces de pintarlo todo.

El artista lombardo es uno de los indirectos protagonistas de Dómina, la nueva novela de L. S. Hamilton tras su éxito con Maestra, un best-seller asimismo ambientado en el mundo de las más sofisticadas galerías de arte y salas de subastas.

En la trama de Dómina, una hermosa y nada escrupulosa galerista, Elisabeth Teerlinc, se enfrenta a dos tareas tan exclusivas como peligrosas. Por un lado, evaluar, tasar la fabulosa pinacoteca de un magnate ruso, Yermolov, cuyas adquisiciones responden a tan opacos fondos como la mayor parte de sus ingresos. Por otra parte, localizar un supuesto autoretrato de Caravaggio, cuyo valor en el mercado pudiera ser incalculable.

Pare ello, la culta, hermosa y desprejuiciada Elisabeth se embarcará en un viaje colmado de sinuosidades y peligros por algunas de las más bellas ciudades europeas, París, Venecia, Amsterdan o Ibiza, donde asistirá a fiestas exclusivas, conocerá a financieros milmillonarios y coqueteará con capos y mafiosos habituales enlos circuitos secretos, ocultos a los ojos de los ciudadanos corrientes, y por supuesto de la policía. Tráfico y ventas de productos prohibidos, drogas, armas, prostitución o arte...

Todo lo cual, las conversaciones, los pactos y cambalaches entre familias y bandas, agencias y gobiernos, las persecuciones, hasta las escenas de cama vienen envueltas, adornadas en un glamour al que este tipo de literatura de evasión, perfecta para cuando uno quiere olvidarse de todos sus problemas, o por lo menos de unos cuantos, rinde un servicio óptimo y edulcora, sirviéndonos la acción en una bandeja de placer lector, ávido de ir cerrando y abriendo capítulos.

Evasión, sí, pero necesaria contra rutinas, endogamias, neurosis, e inspiradora de nuevos conocimientos y curiosidades, como la relación entre la pintura moderna y las nuevas fortunas o esos más oscuros lados del maestro de la negrura y la luz, del alma y sus infiernos, Caravaggio.