Acostumbrados a la crónica de los sucesos más nefastos, nos sorprenden de vez en cuando noticias esperanzadoras que hablan de conductas y semblanzas ejemplares, de valores que afianzan la fe en el ser humano. Tal es el caso de Juanma y Sergio, dos hermanos que han recorrido en bicicleta tándem EEUU de costa a costa después de viajar desde Cuenca a Marruecos en el mismo vehículo. Lo excepcional de estas aventuras reside en que Sergio es ciego de nacimiento y, además, padece autismo; son dos buenos hermanos, que han dado una gran muestra de entendimiento y entrega, algo imprescindible para llevar a buen puerto su proyecto. El tándem es más que un símbolo; exige una compenetración plena así como una contribución de esfuerzo y reparto de funciones que ambos ciclistas no pueden eludir: nada son por separado; de hecho, se obligan a afrontar todo unidos, dando cada uno lo mejor de sí mismo en cada instante. Sergio ha hecho gala de fuerza y tenacidad; Juanma ha sido los ojos de su hermano. El viaje nos transmite una hermosa idea de igualdad y colaboración fraternal enfrentada al clásico relato de celos y rivalidad, que desborda el marco familiar para inundar también en muchas ocasiones la escuela como eterna asignatura pendiente. Es aquí donde la madre, Mary Ros, ha jugado un papel fundamental en la educación de sus hijos ejerciendo una discriminación positiva, donde no cuentan las diferencias de aptitudes sino la cooperación para suplir con la fuerza de uno la debilidad del otro. Es el poder de la unión, del equipo, donde el todo es más que la suma de las partes; y un modelo de convivencia, muy necesario en una sociedad obstinada en exacerbar hasta el límite más radical la competitividad como motor de desarrollo e, incluso, como filosofía de vida.H *Escritora