El exministro José Manuel Soria será directivo del Banco Mundial porque le toca. Es el que más trienios tiene, ha explicado un compañero suyo de Gabinete. Los tocapelotas, que siempre hay, han salido a recordar que el canario off-shore solo ejerció seis años como economista del Estado. Al tiempo, Mariano Rajoy se encoge de hombros. Pero cuando él mismo estuvo en Gran Canaria durante la última campaña electoral, ya convirtió su mitin en un homenaje al panameño dimitido. Que a la postre solo mintió con descaro y se acreditó, a través de los papeles de Panamá, como presunto evasor fiscal. Pelillos a la mar.

El asunto Soria, con esa chusca maniobra de hacerlo público a los pocos minutos de acabar la última votación de la fallida investidura de Rajoy, es una declaración de intenciones. Ese gesto del Gobierno en funciones vino a definir su objetivo de capear las acusaciones de corrupción y similares utilizando de manera conveniente la propia norma. Es decir, que las personas adecuadas, la gente bien, tendrán garantizada la impunidad a través de la estricta aplicación de unas leyes elaboradas a la medida de sus correspondientes trampas. Por ejemplo: es posible sustituir la evasión fiscal (delito) por la elusión fiscal (aprovechamiento eficaz de deducciones, desgravaciones y otras prebendas de quienes deberían ser, aunque no son, los mayores contribuyentes).

¿Para qué irse a Panamá? La amnistía fiscal de Cristóbal Montoro ofreció blanquear capitales en B por una sola tributación al 10%, pero en realidad el promedio de lo recaudado no superó el 3%. Igual pasa con el Impuesto de Sociedades. Ha bajado en estos últimos años del 30% al 28% y luego al 25%. Lo cierto es que su efectividad nunca supera el 10%. Este año, la recaudación por tal concepto ha caído en picado. En los siete primeros meses sólo ha recaudado 436 millones de euros, mientras los beneficios empresariales crecían de manera manifiesta.

Todo legal. Todo limpio. El Estado evoluciona para ofrecerse a los ricos y esquilmar a la plebe (empezando por las clases medias asalariadas). Suena populista. Pero solo es la verdad.