El director Eric Steele estrenó en el 2006 un muy controvertido documental titulado The bridge (El puente), que rodó en el Golden Gate de San Francisco, célebre por los numerosos suicidios que en él se han registrado. El cineasta, que ocultó sus verdaderas intenciones a las autoridades, buscaba eso, pillar a los saltadores, y así, de enero a diciembre del 2004, logró registrar 23 de los 24 suicidios consumados. Más o menos, uno cada 15 días. Un salto hacia una muerte casi segura: desde 67 metros de altura, el cuerpo impacta contra la lámina de agua a una velocidad de 120 kilómetros: te pulverizas o te ahogas. Steele construyó el documental mediante conversaciones con los familiares de algunos suicidas, la mayoría de los cuales padecía depresión severa, esquizofrenia o trastorno bipolar. Desde su inauguración, en 1937, 1.600 personas han acabado con su vida allí. Viene a cuento por un indicio que me ha llamado la atención: Andreas Lubitz, el copiloto que estrelló el avión contra los Alpes, posa en Facebook justo en el Golden Gate... ¿Por qué escogió esa foto? ¿Es una casualidad? ¿O llevaba tiempo asomado al sumidero del suicidio? ¿Por qué arrastró a otras 149 personas a quienes desconocía? ¿Qué pasó por su cabeza los ocho minutos de fatídico descenso? ¿Fue un acto consciente? ¿Era esta infame posteridad la que pretendía? Preguntas y conjeturas incoherentes que se quedarán sin aclarar. O tal vez sí tengan una única respuesta: la imposibilidad de haberlo previsto, la extrema vulnerabilidad del ser humano. El absurdo. Periodista