En días como ayer se demuestra que Carreras aún desconoce la verdadera naturaleza del zaragocismo. Su fondo, su alma, su esencia, las razones por las que este sentimiento palpita y las fuerzas que lo mueven. Anoche, el aficionado en masa, y esta vez la generalización no conlleva disparate alguno, estaba muy irritado y tremendamente decepcionado con la actuación de su equipo en El Alcoraz, especialmente después de una segunda mitad bochornosa en la que el Huesca consiguió empatar en inferioridad y a la que el Real Zaragoza compareció pálido, parado, plano y sin rasmia. La primera parte ya había sido mala, pero al menos a los jugadores de Lluís Carreras les había alcanzado para tener la situación bajo control y Dongou había conseguido convertir en gol un buen contragolpe. Ese 0-1 que hubiera sido suficiente porque en esta Segunda División sin medios y con un único fin, el resultado todo lo justifica.

Pero la segunda... La segunda fue deshonrosa, sonrojante, indefendible para un equipo cuya misión era pelear por el ascenso directo y que está sufriendo, y haciendo sufrir, por disputar el playoff. Que Carreras no conoce aún la naturaleza del zaragocismo lo volvió a evidenciar tras el partido. "Me ha gustado todo el equipo", soltó. Si verdaderamente comprendiera cómo es este club, la ciudad, su gente, jamás hubiera dicho algo así tras un encuentro como este. Hubiese dicho cualquier otra cosa. Esa no.

Porque a nadie, quizá solo a él, le gustó el Zaragoza, que jugó un partido de baja estofa cuando la situación requería un paso adelante. Acobardado, sin verticalidad ni fútbol, con una mezcla de impotencia y falta de nivel. "Igual es que no sabemos más", ironizó desafiante Carreras. Igual, igual. Con el espíritu de Popovic ahí al lado. En El Alcoraz...