Al mismo tiempo que la programación en general ha evolucionado con una deriva cada vez más acentuada hacia la morbosidad, los espacios conocidos como dating show (ñla cita como espectáculoO) han llegado a unos límites difícilmente soportables, por cuanto incluyen vejaciones de todo tipo, juegos sin sentido, mezquindades y humillaciones con el objetivo exclusivo de la lucha por la audiencia. Casos como Quién quiere casarse con mi hijo o Hombres y mujeres --adaptaciones a la realidad española de formatos extranjeros-- ejemplifican el concepto del todo vale como máxima que todos parecen aceptar. Entre los defensores de estos programas se argumenta tanto la libertad de quienes eligen participar como la demanda de la audiencia para con este tipo de espacios que persiguen, en teoría, una especie de ideal romántico. Entre les detractores, se mantiene que son las cadenas quienes dibujan a su conveniencia un panorama cada vez más pornográfico, en el sentido de utilizar la intimidad como valor de uso y disfrute. Conviene promover una reflexión social que nos ayude a saber a dónde vamos y qué valores son los que debemos tener en cuenta como sociedad.