Dice un compañero que ya «huele a elecciones». Y conforme se va acercando la tormenta electoral, los vientos se vuelven tempestades, la lluvia es torrencial y los partidos tratan de ganar votos en un crecido y revuelto río.

Es cierto que no podemos decir que en lo que llevamos de legislatura las aguas hayan bajado apaciguadas, ni mucho menos. Si por algo se recordará, especialmente en el caso del municipio de Zaragoza, es por el conflicto constante y el desencuentro entre el equipo de Gobierno y el resto de grupos políticos, a los que no me atrevo a definir, globalmente, como oposición, pues al menos algunos de ellos facilitan la aprobación de los presupuestos anuales.

Pero el caso es que en este caldo de cultivo conflictivo se va acercando la cita electoral y el nerviosismo invade los aparatos orgánicos de todos los partidos. Y es que las diferentes encuestas electorales arrojan un panorama de incertidumbre y, por qué no admitirlo, algo desconcertante. Más allá de los elementos coyunturales, sin duda muy importantes (como la situación de Cataluña), lo cierto es que se viene observando una marea de fondo que va más allá de la tensión provocada por el caso catalán.

Quiero referirme en este caso a la particular situación de la ciudad de Zaragoza y no solo porque a ella pertenece la mitad de los votantes de nuestra comunidad, sino porque disponemos de los datos de una encuesta que ha realizado el ayuntamiento que, por su amplitud de muestra (1.430 entrevistas), permite observar estos cambios de fondo con bastante fiabilidad.

Lo que nos permite concluir un análisis inicial, es que, a finales de 2017, hay tres partidos que mantienen un 60% de los votos que obtuvieron en mayo de 2015: Partido Popilar (PP), Ciudadanos (Cs) y Partido Socialista (PSOE). Por otra parte, Zaragoza en Común (ZeC) y Chunta Aragonesista (CHA) solo mantienen un 45%.

Estos datos pueden parecer elevados, pero si nos alejamos en el tiempo podemos comprobar que no es así. Por ejemplo, entre el recuerdo de voto en las autonómicas de 2007 y el voto declarado en las de 2011 (estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas --CIS-- 2.891), la fidelidad de los votantes del Partido Popular fue del 92% y la del PSOE del 70%. Por lo tanto, la situación actual puede ser considerada como de alta volatilidad, lo que evidentemente genera incertidumbre en los partidos.

Pero la cosa no acaba ahí, ya que lo verdaderamente interesante reside en ese volumen de votos que no es fiel: ¿qué pasa por su cabeza? Pues bien, aquí sí que me gustaría hacer una diferencia entre las izquierdas y las derechas.

En la derecha la encuesta describe una situación en la que se observa una pérdida importante de votos desde el PP hacia C’s: el 12,7% de los votantes del PP en 2015 declara que ahora votaría a Cs, lo que le haría perder más de 11.000 votos. Por el contrario, solo se irían poco más de 1.000 de Cs al PP. El saldo es claramente favorable a Cs. A ello habría que añadir que la cuarta parte de votos del Partido Aragonés (PAR) , sin representación municipal, también se decantaría por Cs, lo que le supondría otros 2.000 votos.

En este sentido, ¿qué riesgo tiene Cs?, pues que es el partido que más porcentaje de exvotantes manifiesta que se iría a la abstención o que votaría en blanco. Por esa vía perdería cuatro mil votos. Otra conclusión de la encuesta es que prácticamente no hay transferencia de votos desde la derecha hacia la izquierda.

Respecto a la izquierda, el panorama es bien diferente. De un lado, todos los partidos tienen pérdidas considerables hacia Cs (4.000 de los antiguos votantes del PSOE; 2.800, de ZeC; 1.500, de CHA). Es decir, sí que existe un considerable trasiego de votos desde la izquierda hacia la derecha. Este dato es fundamental, puesto que dada la distribución histórica de equilibrio entre los bloques de derechas e izquierda en el ayuntamiento, esta tendencia de tránsito de votos puede terminar por decantar el gobierno hacia la derecha en las próximas elecciones.

Pero más allá de eso, hay otra constatación interesante con los datos de este estudio. Si dejamos de lado a los fieles a su formación política, es decir, nos fijamos solo en los que han decidido que no seguirán votando al mismo partido, se observa un aumento considerablemente de la incertidumbre en la izquierda: más de la mitad de ellos se mantiene en la indecisión (53%) y otro porcentaje del 10% ha decidido que no votará o que lo hará en blanco.

Por lo tanto, solo cuatro de cada diez ha decidido el cambio de opción electoral. En este caso, además de la comentada fuga de votos hacia Ciudadanos (que afecta especialmente al PSOE), se produce al interior de la izquierda un trasiego de votos que beneficia claramente al PSOE.

En la encuesta, el 10,7% de los antiguos votantes de Zaragoza en Común y el 6,7% de CHA declara que votaría al PSOE (lo que supone, en conjunto, una nada despreciable cifra de 10.000 votos), siendo mínimo el tránsito de votos en sentido inverso.

En consecuencia, las tendencias observadas en la capital de la comunidad autónoma nos indican que Ciudadanos está siendo el gran beneficiado a nivel general, que el PSOE es el beneficiario en la izquierda y que las posibilidades de formar gobierno, mirando los resultados globalmente, están virando lentamente hacia la derecha.

Y, finalmente, que hay una gran bolsa de indecisos (fundamentalmente en la izquierda) que no sabe todavía qué votará. La conclusión es que se prevén fuertes temporales, con batallas cruzadas en múltiples frentes.

¿Quién da más? <b>

*Sociólogo</b>