Me gustaría saber si las personas que están manifestando su rechazo a la presencia de la alcaldesa de Barcelona (y por extensión de la de Cambrils) en el arranque de las fiestas del Pilar quieren de verdad que Cataluña siga en España. Porque el arrebato anti-Colau que recorre las redes es, como tantas otras expresiones del patrioterismo españolista y el conservadurismo radical (por decirlo finamente), un factor que nos aleja de nuestros vecinos, alienta por reacción el discurso independentista (tan torpe, hipócrita y totalitario como el de signo contrario), y amenaza con convertir el inicio de nuestros festejos mayores en una bronca de imprevisibles consecuencias. Aunque espero que no sea así.

Mucha gente se equivoca al considerar a Ada Colau secesionista. Jamás se ha expresado en tal sentido. Se ha pronunciado constantemente en contra de la declaración unilateral de independencia. Eso sí, ha defendido la necesidad de un referendo legal y pactado, y posteriormente, tras los detestables sucesos del 1-O, ha criticado las intervenciones policiales en su ciudad y el resto de Cataluña. Se podrá estar de acuerdo o no, pero son opiniones perfectamente respetables.

La concesión a Barcelona y Cambrils de la medalla de oro de Zaragoza se decidió por unanimidad de todos los partidos (todos), como homenaje tras los recientes atentados yihadistas. Las alcaldesas vendrán en su condición de representantes institucionales de ambos municipios. Y en tal medida deberían ser tratadas con afecto y respeto.

Les diré más: personajes como Ada Colau, que sin ser secesionistas conectan con el imaginario de muchos barceloneses y catalanes en general, habrían de ser claves a la hora de buscar una salida al diabólico laberinto donde estamos metidos. Eso, claro, si se trata de recuperar de verdad a Cataluña y sus gentes, y no de someterlos mediante una ocupación militar en toda regla.

Hoy empiezan las fiestas del Pilar. Nada sería más torpe que ensombrecer su arranque. Echémonos a las calles en paz. Al menos, eso.