A Mariano Rajoy se le ve con ganas de ir a las terceras. Es lo que cabe deducir del curioso debate de ayer, donde lo malo no fue que el PSOE mantuviera su decisión previa y votase no de manera unánime, sino el hecho de que el candidato Rajoy no mostró interés alguno por mostrarse simpático, ni siquiera con sus nuevos amigos de Ciudadanos. El ¿candidato? se admiró de su propia obra como gobernante, se presentó como el gran regenerador de la vida pública (¿corrupción?, ¿qué es eso?) y rechazó toda posibilidad de modificar su rumbo. Con esas premisas requirió la abstención de Pedro Sánchez. Ordeno y mando.

Lo más significativo del toma y daca fue constatar que el acuerdo entre PP y Ciudadanos es contemplado con total indiferencia por el primero de ambos partidos y con tremenda reticencia y desconfianza por el segundo. Escuchando a Rajoy queda claro que el pacto (unas veces denominado "de investidura" y otras "de gobierno") es para él una especie de incómoda condición formal que procurará soslayar de inmediato. ¿Por qué habría de ceñirse al puñetero documento, si hasta ahora lo ha hecho todo mejor que bien sin que nadie viniera a soplarle al oído? A su vez, Albert Rivera desgranó en solitario las maravillas del acuerdo, tras advertir que traga con don Mariano... porque no tiene otro remedio. Apliquen la más simple regla de tres: si el enlace de C's con el PSOE, tan bonito, tan envuelto en cariño y aleluyas, se disolvió en meses, ¿cuánto durarán estas segundas nupcias con el PP, trufadas de desaires, recelos y mutua antipatía? Y por si quedaba alguna duda de cómo afrontaban los conservadores la investidura, su portavoz, Rafael Hernando, cerró la sesión arreando a diestro y siniestro con ese talante suyo tan amable y simpático. Aquello parecía la secuencia final de Sin perdón. ¿Así pide la confianza un partido en minoría?

Los demás... cada uno a lo suyo. Sánchez sigue añorando el bipartidismo, pero bien. Pablo Iglesias se atuvo a su cada vez más sobado repertorio. El de Esquerra flipó un rato. Quien mejor estuvo, y ya perdonarán la osadía, fue el portavoz del PNV.