Estuve hace unos días en Teruel, en la Escuela de Artes, acompañando a David Tapia en la inauguración de la exposición Femme Fatale y volví a llevarme una excelente impresión de una capital que, en los últimos años, está despegando claramente en el ámbito turístico y cultural. Sus cifras de pernoctaciones, por ejemplo, han mejorado mucho, así como la calidad de sus establecimientos. Sus características, riquezas y elementos patrimoniales, culturales y populares comienzan a ser debidamente utilizados en la imagen y difusión de la ciudad y su provincia.

Una capital que, para asombro de muchos, fue capaz de organizar un magnífico espectáculo de luz y sonido como jornada inaugural del año conmemorativo de Los Amantes, sus siempre, pese a sus ocho siglos de pasión, jóvenes enamorados.

Joaquín Guillén, uno de los organizadores del espectáculo de luz y sonido, me adelantaba las características técnicas de una puesta de largo que no tuvo nada que envidiar a cualquier otro gran evento llevando a cabo en cualquier otra gran ciudad. Y el concejal, José Luis Torán, nos avanzaba una programación ambiciosa y variada, cuyos efectos no tardarán en notarse.

Teruel, por fortuna, comienza a creer en sí misma, a abandonar su tradicional aislamiento o ensimismamiento, y a mirar con ojos más próximos y en pie de igualdad hacia el resto de la Comunidad aragonesa y también hacia la Comunidad levantina, de la que recibe múltiples visitas e ingresos.

Una nueva generación de políticos de distinto signo se ha unido y comprometido en el propósito común de dinamizar su economía y está consiguiendo resultados, como a la vista está. Queda mucho por hacer, desde luego, pero el camino, con la reciente recuperación de la Feria del Libro, la celebración, muy popular y variada, del Año de los Amantes y otras muchas realidades y proyectos está ya señalado hacia el horizonte del futuro y es cuestión de recorrerlo de la mano, creadores e instituciones, fuerzas vivas y latencias del pasado.

Telúrica y mudéjar, ancestral y moderna, Teruel se revela al primer impacto como una de las ciudades españolas con mayor personalidad y misterio. Mostrarla, recuperarla, habitarla... No otras son las agradables responsabilidades de sus residentes y del resto de los aragoneses que, como ellos, creemos con firmeza que Teruel existe.