El prestigioso semanario The Economist auspicia unas jornadas sobre Aragón en Europa. Iniciativa más que plausible, ya ha dado un resultado: el Ayuntamiento de Zaragoza autorizará la subida del taxi un 4%, ¡ándale Atarés! Confiemos en que, de paso (¿cómo olvidar lo que ha encarecido el servicio de taxis el euro?) mejoren algunas pequeñas cosillas pensando, como siempre, en los usuarios, seguro que sí, y ahí mismo podríamos imitar los servicios públicos británicos. Pero miedo me da, porque alguno a lo mejor confunde el culo con las témporas y se retrotrae a la batalla de Trafalgar para explicarnos tal imposibilidad, imitando al exministro británico de Finanzas, Nigel Lawson, que miren qué rollo se soltó ayer, las viejas gestas y los torcidos caminos de la historia, ante el estupor de Marcelino Iglesias y de Amado Franco. Aunque todavía fue más llamativo el desconocimiento que del túnel del Somport hizo gala el expremier francés Balladour, en más que surrealista diálogo con el presidente aragonés. De cualquier modo, y más allá de puntuales astracanadas, buenos son este tipo de encuentros, sobre todo si sirven para ubicar a Aragón en Europa y el mundo por una parte, y por otro somos capaces de retener las mejores de esa batería de ideas expuestas. Unicamente será preciso que la cosa no termine en meras exposiciones, declaraciones teóricas y muchas gracias por haber venido. El Aragón de hoy tiene que recobrar aquella pujanza e influencia en el mundo que en sus tiempos logró el viejo reino de Fernando el Católico.

*Profesor de Universidad