Vuelve la nieve y con ella la la lucidez, la dulzura y melancolía del invierno.

Quizá nadie haya caminado sobre las primeras nieves como Henry David Thureau, o al menos muy pocos como él han coseguido describir la sensación de caminar sobre ella, o sobre el hielo, después de que un suave amanecer de enero haya iluminado la Naturaleza con su catártica luz.

En Un paseo invernal (Editorial Errata Naturae), Thoreau nos invita a salir de la casa para adentrarmos en los paisajes desiertos de los Grandes Fríos de América, valles, bosques, serpenteantes arroyos y escondidos caminos, florestas apenas pisadas donde no hay vallas, donde los agrimensores no despliegan sus instrumentos de medición, donde tampoco hay propietarios, donde el hombre se encuentra en pleno dominio y comunicación con la naturaleza y se funde con ella dejando fundirse sus principios urbanos en otros derivados de la suavidad del aire o el brillo de la luz. En el camino, Thoreau no se encontrará con los cazadores, con políticos ni filósofos, cuyos mundos, en el mejor de los casos, le parecerán más pequeños que el medio natural desplegado ante sus ojos. Sí se tropezará con otros caminantes, como él, que nunca hacen la misma ruta, que no tienen prisa por volver, y que en algunos casos jamás regresan, abandonándose a lo que el llama santering. Un término que el autor recoge de una tradición de La EdadMedia referente a todos aquellos vagabundos que pedían limosna con pretexto de dirigirse a «la Saint Terre». En el transcurso de mi vida, escribió Thureau, he conocido tan sólo a dos o tres personas que comprendieron el arte de caminar. A modo de manifiesto escribió: Quisiera hablar en favor de la Naturaleza, de la libertad absoluta y de lo salvaje, en contraposición con la libertad y la cultura meramente civil, y considerar al ser humano como un habitante o una parte constitutiva de la Naturaleza, y no tanto como miembro de la sociedad. Quisiera hacer una declaración radical y, si se me permite, enfática, pues ya hay suficientes defensores de la civilización.

El resto de Un paseo invernal refleja esta filosofía sobre la práctica del caminante atento al soplo de viento, al lejano canto de las aves, a la industria de la ardilla y el castor. Thoreau elevó a mística el panteísmo del mundo natural y defendió que el hombre se integrase sin destruirlo. Un pionero de la moderna visión sobre la conservación medioambiental.