El Gobierno de Pedro Sánchez comienza a utilizar el tiempo como excusa para hacer, para no hacer o para deshacer. Sin embargo, no hay categoría, concepto más oblicuo y zizzagueante que el tiempo, según la definición de José Saramago. O más ambiguo, dividiéndose entre el tiempo interno, el que verdaderamente sería real, y el externo o convencional, según aquellas lecciones que a principios de siglo XX impartiera magistralmente Henri Bergson, y que ahora la editorial Paidós con buen criterio vuelve a publicar bajo el título de Historia de la idea del tiempo. Una lectura apasionante a partir de la claridad y lucidez del mencionado filósofo francés, el gran Bergson, cuya capacidad estética y didáctica le llevaría a merecer el Premio Nobel de Literatura...

Pero las lecturas del tiempo que hace Pedro Sánchez son muy variadas. En su reloj gubernamental, y en el reloj solar que cae a plomo sobre las pateras, es urgente, muy urgente, solucionar el tema de los emigrantes en las riberas mediterráneas de Europa. A ello, es cierto se está aplicando el nuevo presidente, uniendo sus propuestas y dudas a las de Merkel y Macron y discrepando de las negativas de la nueva ultra europea de Salvini, Urban o Kurz.

Sin embargo, para la reforma de la reforma laboral no hay, dice el Gobierno, tiempo. Estamos hablando de media legislatura, dos años aún hasta las próximas generales, pero Sánchez, que prometía compensar los recortes de Rajoy con una contrarreforma salarial se va a contentar con la subida que parece van a pactar sindicatos y patronal de un 2% opcional al 3%.

Para Cataluña, por el contrario, sí hay tiempo, todo el tiempo, una perentoria y permanente atención que invitará a seguir soportando en primera página, ¿hasta cuándo?, a un político de tercera división, como es Quim Torra, y a un partido, el PdCAT, que va el cuarto en las encuestas. No para darnos buenas noticias, sino para seguir provocando al Estado, al Jefe del Estado y a todos aquellos que ven en la Constitución un modelo de convivencia más que generoso para que todas las tendencias participen políticamente en una Cataluña privilegiada en cuanto a sus competencias autonómicas. Prioridades, estrategias... ¿Padeceremos visión cortoplacista o disfrutaremos de un gobierno con proyección en el tiempo? Dependerá del reloj de Sánchez, diría Bergson.H