Que ayer apareciese Luisa Fernanda Rudi a decir aquí estoy yo no fue casualidad. Desde hace días, a la presidenta saliente le tiran de los hilitos que mueven su personaje en el guiñol de la política aragonesa. ¿Quienes? Pues los fácticos, los que tocan la tela, las familias (¡que expresión tan sugerente, ¡mamma mía!), los que tienen mucho interés en seguir cortando el cupón. Esos (mientras los otros van y vienen por sus teatrillos y streamings) están moviendo las fichas sin asomarse al tablero, sabedores de que, si no recuperan el control, tienen mucho que perder. Ya lo dijo el presidente de la CEOE zaragozana, Ricardo Mur: "La inestabilidad es una cosa muy mala. Cualquier acuerdo entre el PSOE y Podemos o los comunes, aún peor". Y este caballero sabe de lo que habla: es del PP, fue concejal de Zaragoza por dicho partido y gerencia una empresa que ha obtenido en los últimos años estupendos (y polémicos) contratos con el Gobierno de Aragón.

Desde que Rudi se dejara llevar por esa manera de ser suya y renunciase la misma noche del 24-M a gestionar un resultado tan malo (trabajo arduo y desagradable, sin duda), todos los personajes, entidades y sociedades que untan en la manteca la llamaron al orden. Nosotros, vinieron a decirle, ya te pondremos a tiro a los socialistas. Pero tú, hija, espabila y pon de tu parte, ¿eh?. ¡Qué es eso de salir pitando a la primera dificultad! Así que la todavía jefa conservadora convocó ayer a los medios y advirtió ante sus micrófonos que, si las izquierdas no se arreglan, ella vuelve a la carrera.

Lo cual plantea un reto absoluto e inminente tanto a los socialistas como a los de Podemos, a Zaragoza en Común (y las otras plataformas unitarias), a CHA y a IU. Ya pueden dejarse de vaciles, regates, tácticas y boberías. Porque el juego se está poniendo muy serio y las apuestas suben por momentos. Echenique, Santisteve y los suyos tienen la obligación de manejar la situación con habilidad, pero deben impulsar el cambio sin andarse por las ramas y ponerse al día de una vez. Ellos y el PSOE están obligados a entenderse. Y lo primero de todo: cortar los hilos que menean el guiñol.