Si los demás se tiran de un puente, ¿tú también te tiras? Así se tejía la personalidad de una chica de barrio en los años ochenta. La frase le servía a mi padre para contestarme a las peticiones que trataba de justificar con una inercia grupal. Los padres de Ana le han comprado un walkman muy chulo, yo también lo quiero. Marta puede estar en la plaza hasta tarde, ¿por qué a mí no me dejas? El examen era muy difícil, hemos suspendido casi todos. Los padres de Ramón le dejan quedarse hasta tarde viendo la televisión. Todo se podía responder con la pregunta sobre tirarse del puente. Había otras variaciones, que se utilizaban, sobre todo, en los desacatos a la ley parental: Cuando seas mayor, comerás huevos y a ver si hasta las moscas van a fumar en pipa. Pero yo, ahora, me he vuelto a ver en ese puente que me decía mi padre, lanzándome al agua siguiendo a una manada de zombis. Mi magdalena de Proust ha sido una mediática periodista y sus declaraciones sobre la maternidad. Ha escrito un libro que pretende desmitificar la visión idílica que se trasmite sobre el hecho de ser madre. Esto ya me pone en alerta. Me provoca rechazo esta especie de iluminados sanadores que vienen a curar nuestra ignorancia. En las entrevistas que concede promocionando su libro habla de su frustración ante una maternidad que le supuesto un «sacrificio estratosférico», ya que «tener hijos es una pérdida de calidad de vida». Ella se ha propuesto contar la maternidad «de verdad», sin ocultar «la dureza, las dificultades extremas y los inconvenientes insoportables». Parece que, en lugar de hablar de los hijos, se está refiriendo a trabajar en las minas del coltán, durante veinte horas al día. Además, si ella tiene la verdad, es porque las demás somos madres de mentira. ¿No sientes la maternidad como un gulag asfixiante? Ah, pues eres una falsa. Me sorprende que se abandere la lucha contra un supuesto relato único expresando, al mismo tiempo, un relato único. La visión de la maternidad no es como nos lo habían contado, la maternidad es horrible, lo que pasa es que la gente no lo dice. ¿Quién eres tú para decidir cómo tenemos que vivir la maternidad las demás? Un discurso de calado no puede cobijarse en la generalización. Tener un hijo «destruye tu vida de la noche a la mañana». «Todas las parejas se han imaginado alguna vez tirando al niño por el balcón porque ya no pueden más». Así se lucha contra el patriarcado, los tópicos y los edulcorantes de la maternidad, sufriendo por tener hijos como si fueran hemorroides. Dice que se siente engañada con el relato que le habían contado sobre la maternidad. Me sorprende que su sentencia haya sido bien acogida por varias feministas. Supone asumir que nosotras, las mujeres empoderadas, somos presa fácil del engaño. Qué fiasco, te haces madre por impulso, por dejarte llevar, por la imagen que te habían vendido, y no por un deseo íntimo. Aquello de decidir por ti misma si te tiras por un puente.

*Comunicadora