Era muy difícil ser niña en los años 90. El chándal de Táctel todavía era peor cuando la superficie remendada a base de rodilleras era mayor que la libre de roturas. Los parques no tenían suelos blandos. Las meriendas eran de chorizo, mortadela o paté del barato. El tiempo era elástico. El plato que me habían puesto en la comida todavía me duraba para la cena. Aprovechamiento de recursos. Aunque la verdadera sala de torturas se llamaba comedor escolar. Nuestro descubrimiento de América fue la creación de las televisiones privadas. Mi cuerpo todavía era demasiado pequeño para saberse feminista así que no tenía reparos en aprenderse la canción y la coreografía de las Mama Chicho, producto estrella de la tele de entonces y bandera de unos tiempos de luz, color y bien de tetas. Se nos mantenía entretenidos con Jesús Gil en un jacuzzi rodeado de chicas en biquini mientras en los despachos se gobernaba a golpe de política de mus. Envido más. Grande. Juego. Quiero. Para atenazarnos ya estaba la crisis y la cifra del paro. Las hadas se dieron a la droga. Dijeron que Miguel Bosé se había muerto de sida y por poco le hicieron salir con un periódico del día como prueba de vida. A mí me entró angustia por si me contagiaba y pensé que lo había hecho porque le había dado un beso a un chico en la boca. Con diez años hice mi primer testamento. Le cedía todos los juguetes a mi hermana y pedía que me enterraran con el edredón de Los Pitufos. Me gustaba mucho y no quería pasar frío. A Mario Conde no se le movió el peinado ni cuando lo zarandearon para que se le cayera lo que se había metido en el bolsillo. Dejó de estar de moda la gomina. Mariano Rubio mandaba en los dineros del Banco de España y se guardaba los suyos en una cuenta opaca. Fue a la cárcel pero salió a petición de Mariano Fernández Bermejo, ¿no te suena? Ministro de Justicia con Zapatero. Todo forma parte de lo mismo. Y Filesa y Rumasa y KIO y Malaya. Y esas niñas que fuimos empezamos a usar sujetador y nos vino la regla. Ni siquiera quemamos la ingenuidad en los primeros cigarrillos porque la habíamos gastado viendo telediarios. Y luego llegaron Gescartera y el Caso del Lino y el de Tabacalera. Crecimos con gobernantes que nos iban dando lecciones mientras se les caían las palabras a cada paso. Sabían por dónde habían venido porque las mentiras tienen rastro. Pero a nosotras nos dejaron los caminos manchados. Nos permitieron estudiar en la universidad para que oliéramos lo que era la igualdad de oportunidades y de ahí a la nada. El mercado laboral es un queso con agujeros y a nosotras nos tocó hundirnos en ellos. Y llegamos a la Gürtel y al caso Nóos y el Millet y los EREs y la Púnica y Bárcenas y Caja Madrid y Rato. El escepticismo es la primera de las líneas de expresión de nuestras caras. No hemos conocido otra cosa que una vida en la que nos han tratado como idiotas. Por cierto, El Bigotes era el mánager de las Mama Chicho.