Los hombres normales no saben que todo es posible", aseveró el escritor David Rousset, miembro de la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial. Lo citó la filósofa Hannah Arendt en Orígenes del totalitarismo, precisamente porque el totalitarismo --desde su mismísimo nombre-- sí sabe que todo es posible. Es más, tiene depositada toda su espantosa fe en ello. Refiriéndose a los horrores de los campos de concentración, exclamó Albert Camus en un artículo periodístico: "... la cabeza nos daba vueltas y nos preguntábamos cómo era posible". La apuesta del totalitarismo se expresa, efectivamente, así: "todo es posible". Por ende, la filósofa Marina Garcés argumenta que frente a esa omnipotencia del totalitarismo, que se cierne sobre el conjunto de la humanidad como un solo cuerpo, solo cabe hundirse en la impotencia o cobijarse en la ficción anestesiante de la normalidad. Es muy cercana esta descripción del totalitarismo con el actual sistema de dominación neoliberal y las instituciones formalmente democráticas que lo legitiman políticamente. Al igual que el totalitarismo, el neoliberalismo globalizado se basa en la presunción central de que "todo es posible". Y, frente a él, cualquier resistencia se hunde en la impotencia o se cobija en la coartada de la normalidad. ¿Cómo vamos a indignarnos, a plantarnos o a querer cambiar cosas si competir, explotar, extraer rendimiento y buscar el mayor beneficio es lo normal?

Y efectivamente en el neoliberalismo todo es posible. Fijémonos en el panorama aterrador de la Grecia actual. Según Joaquín Estefanía en septiembre de 2015, tras tres rescates, por más de 300.000 millones de euros, la situación era esta: caída del PIB del 25% en cinco años, un paro superior al 25% de la población activa y el 60% de los jóvenes; reducción media de las pensiones del 48% y del empleo del sector público del 30%; disminución del gasto familiar superior al 30%; y una deuda pública del 180% del PIB. Este es el resumen de las políticas de "austeridad expansiva" implantadas desde Bruselas y hegemonizadas por la "ideología alemana". Según un informe del gobierno griego, en los últimos meses ya se han implementado 100 "reformas", es decir recortes, privatizaciones y ajustes salariales, por las exigencias de la Troika. Entre ellas una reforma de la seguridad social y las pensiones, un plan para el retraso en la edad de jubilación, el aumento del IVA para los productos y servicios de las islas turísticas, la modificación de la ley de desahucios que permitirá que se concreten en el caso de la primera vivienda, un nuevo plan de privatizaciones para el 2016, que incluye los aeropuertos griegos y el puerto del Pireo. Vale, acepto la necesidad de ciertas reformas en la economía griega, pero, ¿habrá algún límite a las dosis de sufrimiento a la población griega? No lo hay. El 4 de febrero Grecia habrá vivido otra huelga general contra las medidas de nuevos recortes a los trabajadores y pensionistas. No hay límite alguno para está auténtica máquina de matar. El economista chileno, Manfred Max-Neef asegura que el sistema neoliberal "mata a más gente que todos los ejércitos juntos, pero no hay culpables".

¿Somos conscientes del cáncer neoliberal para nuestra sociedad? Abundan los que piensan que tras la crisis retornaremos a los tiempos pretéritos. Mucho me temo que no, la injusticia, la exclusión y la desigualdad, no sólo no se corregirán, es que se incrementarán, ya que esta es la dinámica interna neoliberal. Christian Laval y Pierre Dardot partiendo de Michel Foucault, en La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, profundizan en la esencia del neoliberalismo, señalando que es mucho más que un tipo de capitalismo. Es una forma de sociedad e, incluso, una forma de existencia. Pone en juego nuestra manera de vivir y las relaciones con los otros. No sólo es una ideología y una política económica, sino también un verdadero proyecto de sociedad (en construcción) y una cierta fabricación del ser humano. "La economía es el método, el objetivo es cambiar el alma", decía Margaret Thatcher. En el neoliberalismo, la competencia y el modelo empresarial gobiernan nuestras conductas e incluso establecen una forma de vida. No sólo los salarios de los diferentes países, sino que también los individuos establecen relaciones "naturales" de competición entre ellos. Se trata de hundir al máximo de gente posible en un universo de competición y decirles: "¡que gane el mejor!". O sea, somos conducidos a vivir en continua rivalidad y competitividad, intentado ir más allá siempre para alcanzar objetivos, resultados... Un artículo de Paul Verhaeghe, catedrático de Psicología Terapéutica en la Universidad de Gante, titulado El neoliberalismo ha sacado lo peor de nosotros mismos, resulta ilustrativo. Toda esta presión subjetiva sobre los individuos provoca mucho sufrimiento y numerosas patologías que los psicólogos, los psicoanalistas y los sociólogos han observado.

Afortunadamente según Dardot y Laval en un nuevo libro Común, tal situación está provocando reacciones en mucha gente para reinventar su vida, para retirarse del sistema y empezar de nuevo sus lazos sociales. Formulan la hipótesis de que hoy se está construyendo una racionalidad alternativa, que han denominado "racionalidad del común".

Profesor de instituto