Las secuelas altamente perjudiciales para nuestra convivencia generadas por el neoliberalismo son múltiples. A algunas de ellas ya me he referido en artículos anteriores: la destrucción de la democracia o la expansión de un individualismo egoísta e insolidario, que imposibilita todo proyecto colectivo. Hoy quiero detenerme en la expansión de la precariedad laboral. Ya nos hemos acostumbrado a sueldos miserables con jornadas laborales interminables, contratos temporales y discontinuos. Hoy disponer de un puesto de trabajo digno y estable es una utopía para la gran mayoría, cuando debería ser un derecho. Esta situación es consecuencia del tránsito de la sociedad industrial a la de servicios en un escenario muy competitivo a nivel internacional, producto de la globalización y del neoliberalismo hegemónico del sistema capitalista. La precariedad laboral que afecta a todos es necesaria para competir en los mercados. Las empresas han de ser competitivas, la flexibilidad laboral imprescindible, si se quieren mantener los puestos de trabajo. Este es el discurso hegemónico. La precariedad no es una situación pasajera, muy al contrario se ha convertido en estructural. No es una disfunción o una anomalía de este sistema económico, muy al contrario, es imprescindible para su buen funcionamiento.

Hay muchos aspectos en ella a considerar. La desvalorización del factor trabajo beneficia al factor capital, al que le viene muy bien tener a su disposición a millones de trabajadores precarios. También, según Luis Enrique Alonso y Carlos J. Fernández en su libro Los discursos del presente, la precariedad es una herramienta disciplinaria para garantizar el orden no solo en los centros de trabajo, sino que también en la vida en general.

El vocablo "precariado", es un neologismo que combina el adjetivo "precario" y el sustantivo "proletariado". Se usó por primera vez por sociólogos franceses en la década de 1980, para describir a los trabajadores temporales o estacionales.

Voy a referirme a uno de mejores estudios sobre le tema, el libro El precariado. Una nueva clase social del inglés Guy Standing. Del precariado que va a ir a más, y que puede afectar a cualquiera en el futuro, independientemente de la edad, sexo, etnia, religión, se puede hacer tres grandes grupos. El primero, formado por personas que se van cayendo de la antigua clase trabajadora, cuyos padres fueron entibadores, trabajadores manuales; no tienen una gran formación, se sienten alienados y sin horizontes, y al no tener ese conciencia de clase que tuvieron sus padres, tienen miedo y se sienten atraídos por los populismos y la extrema derecha, ya que les dicen que su problema radica en la llegada de los inmigrantes. El segundo, son los inmigrantes, minorías étnicas o religiosas, que no tienen sentido de pertenencia a una colectividad, al carecer de raíces no tienen la nostalgia del primer grupo, y al sentirse desarraigados pueden de vez en cuando explotar. El tercero, es el ilustrado, muy formado; con titulaciones universitarias, que les han costado mucho y luego no valen nada en el mercado, por lo que se sienten frustrados; al estar mejor formados que los del primer grupo no se sienten atraídos ni por populismos ni por la extrema derecha; ni tampoco por el liberalismo ni por la socialdemocracia, son partidarios de una política de progreso. Estos grupos se dan en todos los países, no obstante, según su nivel de desarrollo, predomina alguno, como en España que es el tercero.

El precariado se ve aquejado por las "cuatro aes": aversión, anomia, ansiedad y alienación. La aversión brota de la frustración por no llevar una vida fecunda y la sensación de privación y al verse condenado a una vida de "flexijobs. La anomia se entiende como una pasividad nacida de la desesperanza, intensificada por la perspectiva de ocupar empleos inanes y estancados. Es una apatía derivada de derrotas repetidas, a la que hay que sumar la condena lanzada sobre ellos por políticos y la sociedad que les acusan de perezosos, irresponsables y cosas peores. La ansiedad viene propiciada por una inseguridad crónica vinculada no solo con sentirse al borde del abismo, sino también con el miedo a perder lo poco que tienen. La alienación surge por el subempleo, la explotación, al tener conciencia de que lo que hace no lo ha decidido él mismo y es para beneficio de otros.

Es una clase en proceso de formación, aunque no sea una clase para sí, en el sentido marxista, al estar dividida y unida únicamente por sus temores e inseguridades. Mas lo cierto que en ella se está acumulando mucha frustración y malestar, que puede convertirse en un posible sujeto revolucionario distinto al proletariado, que estaba representado y defendido en las estructuras del sindicato obrero y de los partidos de masas, para ello solo sería necesario que desde la izquierda se sepa construir un discurso político ilusionante para ella. Como dice Standing en su artículo ¿Quién servirá de voz al precariado que está surgiendo? "Todo movimiento progresista se ha construido sobre la ira, las necesidades y aspiraciones de la clase primordial emergente. Lo que es hoy el precariado". Para responder a esta pregunta Hardt y Negri redactaron sus obras Imperio, Multitud y Commonwealth.

Profesor de Instituto