A comienzos de la década de los 60 existía la mágica suposición de que el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, había posibilitado el amanecer de una nueva era de la novela, comparable a la de Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, o John Dos Pasos, surgida tras la Primera Guerra Mundial. Pero lo que se produjo fue todo lo contrario: la llegada de una horda de bárbaros, que al igual que los hunos a las puertas de Roma en el año 441, hicieron tambalear los cimientos en los que hasta entonces se había sustentado la novela. Unos bárbaros que no fueron otros que los pioneros del Nuevo periodismo, grupo al que Tom Wolfe perteneció y definió en un largo artículo (The New Journalism) publicado el 14 de febrero de 1972 en el suplemento dominical New York, del periódico Herald Tribune.

Los nuevos periodistas norteamericanos de los sesenta desarrollaron un nuevo estilo para contar las noticias y escribir sus crónicas y reportajes, de modo que la distancia entre el periodismo y la literatura se redujo hasta el extremo de, prácticamente, fundirse ambos en un mismo género.

Pero Tom Wolf no hizo sino continuar y dar realce al camino iniciado por otros grandes del periodismo estadounidense, como Gay Talese, Jimmy Breslin (ganador de un premio Pulitzer en 1986), o Rex Reed, quienes fueron algunos de los más destacados jóvenes bárbaros, pioneros del nuevo periodismo, caracterizado no sólo por ofrecer a los lectores las noticias, sino también por poner de relieve los detalles novelísticos de las mismas. En cualquier caso, el nuevo periodismo no dejaba de ser una reinvención del arte de la novela, tal y como Honoré de Balzac, o Émile Zola (en Francia), Charles Dickens en Inglaterra, y Benito Pérez Galdós en España, la habían concebido. Pues las novelas de todos estos autores no fueron sino crónicas (sketches de la vida real), a través de las cuales podemos aproximarnos con gran exactitud a la historia del siglo XIX en sus respectivos países.

De manera que si la novela cumple con una doble función (informativa y emocional), al ser fuente de inspiración para los lectores, la generación del Nuevo periodismo se dio cuenta de que también los artículos podían ser narrados con toda la gama de artificios que le son propios a la literatura. De modo que pueden ser leídos como si de un relato breve se tratara. A partir de esta concepción, el objetivo del periodismo ya no será sólo el de mantener informada a la audiencia (satisfacer su interés intelectual) sino también el de apelar a sus sentimientos, es decir, incentivar su respuesta emocional ante la información.

Tom Wolfe, el autor del mordaz artículo: La izquierda exquisita de Park Avenue (publicado en 1970, es un sarcástico y revelador relato sobre cómo las clases altas intentan blanquear su privilegiado status, con guiños de complicidad kitsch a las castas sociales inferiores, eligiendo como espacio de encuentro a los movimientos underground y la contracultura), murió el pasado 14 de mayo, a los 88 años de edad en Nueva York. Conocido por su look de dandy (traje blanco, pajarita y sombrero), para siempre perdurará en el recuerdo su novela La hoguera de las vanidades. Retrato fiel de los años bárbaros de hace tres décadas, idénticos a los tiempos posmodernos de hoy en día, en que nada importa menos que los ideales que se dicen defender.

*Historiador y periodista