Lo peor de algunas de decisiones o leyes adoptadas por el Gobierno del PP no es que sean reaccionarias, retrógradas, discriminatorias o que fomenten la desigualdad. Lo peor es que al explicarlas nos toman a los ciudadanos por imbéciles. Campeones del eufemismo, nos toman por imbéciles cuando Mariano Rajoy llama al rescate "préstamo en condiciones favorables" o cuando un registro en la sede del PP en el que el juez Ruz encuentra miles de folios no entregados al juzgado el presidente del Gobierno lo califica de "colaboración con la justicia". Nos toman por imbéciles cuando la ministra Fátima Báñez considera que la emigración de jóvenes sin trabajo a diversos países europeos es un acto de "movilidad exterior". Pero el récord lo acaba de batir el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, que no solo justifica su retrógrada ley del aborto con falacias para esconder lo más importante, la pérdida de libertad de decisión de la mujer, sino que pretende sentar cátedra en el mundo mundial. "Esta es la ley más avanzada y progresista que hemos hecho desde el Gobierno", ha dicho, tras jactarse de "acabar con el mito de la presunta superioridad moral de la izquierda". Un medio tan conservador como The Times, sin embargo, califica la ley de "abuso de poder" que "va a erosionar el pluralismo" y "restringir la libertad". En Italia se habla de "vuelta al pasado" y en Francia de "terrible retroceso". Gallardón nos toma también por imbéciles o quizá en este caso todo obedece a que no es consciente del grado de su soberbia. Periodista