La hoja de ruta de Lalo Arantegui para darle forma a su primer proyecto de autor en el Real Zaragoza ha seguido unas coordenadas delimitadas: jugadores jóvenes, con hambre, con todo por hacer y poco hecho, numerosas apuestas de autor, un buen puñado de ellas de mercados exóticos y arriesgados, y gente físicamente en plenitud. Un conglomerado de futbolistas que en esta pretemporada todavía no ha cosido sus virtudes, pero que ayer mejoró sustancialmente su imagen colectiva tras un inicio de pretemporada incierto por la bisoñez como grupo, algo lógico a estas alturas con una plantilla novel, pero sobre todo por varias dudas individuales.

En definitiva, un equipo heterogéneo, repleto de incógnitas y, hasta hace nada, con un patrón común: nada de veteranos en la recta final de sus carreras. Nada de Samaras ni José Enriques, por citar a dos. Hasta Cristian Álvarez y especialmente Toquero, otro veterano de guerra aunque de perfil opuesto a antiguos viejos rockeros. Ambos han quebrado la línea de trabajo de Lalo hasta la fecha, pero con el lehendakari estará bien quebrantada, será un tiro muy seguro, si conserva ese sobresaliente nivel físico que ha alimentado su carrera y no agota la gasolina justo ahora.