Solo con ir sumando los casos Gürtel, Matas, Bárcenas, Fabra, Púnica y el penúltimo Rato da para que al presidente Rajoy le pueda la memoria y reconozca que no hay nada que "no nos haya pasado, aunque no sé si retirarlo porque cualquier cosa puede suceder". Un final de reflexión que se podría atribuir a un guiño irónico o a un colocarse la venda antes de una hipotética herida que pudiera llegar, al estilo de aquel "todo es falso salvo alguna cosa" cuando los papeles de Bárcenas comenzaron a circular. Cada nuevo episodio que surgía daba la impresión que iba ser definitivo para un Gobierno que, además, lidiaba con una crisis económica devastadora al tiempo que en nombre del "deber" se saltaba el programa electoral y aplicaba unos recortes que aumentaban las carencias y el desasosiego social.Pero del diluvio inicial se pasó a que cada nueva tormenta acallara el eco de los truenos de la anterior. Hasta llegar a aparecer, en la penúltima del exvicepresidente Rato, como los garantes de las esencias de la transparencia fiscal y de que aquí nadie es intocable. Mientras el coste en votos de semejante trajín se esperaba compensarlo con el PIB y Podemos crecía a costa de IU y del PSOE, el horizonte electoral se podía capear con la estrategia de que los jueces decidirán, todos son casos personales, uy que disgusto me he llevado. Con Ciudadanos como válvula de escape por la banda derecha la cosa cambia. No porque no vayan a sumar, sino porque igual no llegan. Los restos de las urnas entre dos son unos y entre cuatro, otros.