Antes que fuera la escritura, fue la tradición oral en todos los pueblos. Antes que la Biblia o libro por antonomasia: la Escritura, fue para los judíos la Tradición que acontece. En la fiesta de la pascua que celebran todos los años desde hace miles, el más joven de los comensales pregunta al más viejo que preside la cena: «¿Por qué esta noche es diferente de todas las otras noches?» Y el patriarca responde a la demanda con el hagadá o narración de la salida de Egipto. De esta manera la tradición en la que vive Israel pasa en vivo como un diálogo que no cesa de generación en generación.

Pero en el mundo en que nos movemos nosotros o nos llevan, superada la liturgia por la costumbre o el «evento» que a nada conduce y convertida la historia en una experiencia inolvidable de «no te la pierdas», los valores inestimables que no se consumen se evaporan. Por eso la historia está en el mercado y lo que llamamos hoy tradición, en las nubes; si aquella es lo que se ofrece y representan los figurantes: lo que hay, la palabra cabal es lo que falta. A diferencia de la historia que te la dan doblada y del grito que ensordece, ¡oye!, la palabra ni siquiera se escucha. Por no estar la palabra en persona, viva, apenas está en los papeles que tampoco se leen o cada vez menos. Aunque todas estén en general en las nubes y a pedir de boca. Y el que no lo crea que se lo pregunte a Siri y saldrá de dudas.

La información así entendida es la abstracción en grado sumo. No pertenece a la vida que nos concierne, que nace y crece con nosotros aquí y ahora, en la misma tierra, no es nada concreto sino lo que se saca de ahí para archivar allí quien sabe donde. Es lo que se dice sin decir nada personalmente o sin que nadie escuche, que viene a ser lo mismo y, por tanto, lo que nos mata callando. Es lo que hay según las estadísticas, los datos que se ofrecen. O simplemente lo que se traga, lo que engorda, lo que se consume.... Y lo que cae al fin por su propio peso, eso espero. La tradición oral viene de la experiencia. No es lo que está escrito y ya se sabe o se da por sabido, es lo que se pregunta siempre y a lo que se va respondiendo. Es la pascua que nos hace y lo que nos hace la pascua: es la respuesta que mantiene la pregunta abierta, como el agua que no agota la sed. Como la sed que hace buena el agua y el agua que da más sed. La experiencia de la vida y el saber en la vida misma es una experiencia abierta. Y es desde la vida, en el camino y caminando, donde se sabe y no se sabe: se pregunta y se responde, paso a paso. Con los oídos y los ojos abiertos hacia delante, con el corazón abierto a los recuerdos y los recuerdos al servicio de la esperanza que trabaja para el futuro. Sin vacaciones, que la paciencia no las tiene y así se llama la esperanza que trabaja.

El saber de la experiencia es agridulce, es saber y no saber a sabiendas. Es mantener la pregunta sin cerrar el camino. No es tragarse la respuesta y punto, ¡se acabó!. No es encerrarse en una tumba, ni en casa, ni en uno mismo. Es salir, caminar, abrirse, mantener la palabra cabal que es el diálogo. Compartir la vianda, el pan y la conversación, el sentido presentido de la vida que pasa paso a paso..., es vivir a tope y barruntar el destino a través de la pregunta que mantenemos y nos mantiene. No es estar de fijo como una cosa, ni en casa. Y más que estar vivo o muerto, es desvivirse. Que eso es vivir a tope, y lo demás lo que nos pasa.

La práctica hace al experto, la experiencia al sabio. En ambos casos se requiere tiempo, como es obvio. Pero el tiempo no basta para ser un experto en nada y menos aún para ser un sabio. Hay quien no aprende nunca a hacer ni siquiera un puchero, y no digamos ya a hacerse una persona. Hay viejos que se comportan como niños todavía, y niños que responden ya como personas adultas. Hay viejos con muchos años que hablan demasiado, saben poco y preguntan menos. Y niños con pocos años que no escuchan y apenas preguntan. Lo natural es que los viejos respondan desde la experiencia y los niños pregunten desde su ignorancia. Estos son la esperanza que comienza, y aquellos la paciencia que aún espera. Entre unos y otros, entre todos, nos va la vida, la historia y la convivencia. H *Filósofo